cultura

Las que construyen

arquitectas

Me costó mucho encontrar buena información cuando empecé a documentarme para escribir este reportaje. Salvo el nombre recurrente de Zaha Hadid, la presencia de mujeres arquitectas en los medios de comunicación y publicaciones especializadas resulta dramáticamente escasa. Algo que no se corresponde en absoluto con la realidad pero que por desgracia a nadie extraña, sobre todo a las mujeres. Incluso en un mundo patriarcal de fuerte masculinidad (referida no al sexo, sino sobre todo a una posición socialmente construida), es más que notoria la discriminación de las mujeres en la arquitectura, una profesión cuyo funcionamiento mediático se parece mucho al del Star System.

Las razones por las que se olvida a las mujeres arquitectas son variadas y complejas. Por una parte, se ha asumido con cierta naturalidad que estas prácticamente no existían antes de la primera mitad del siglo XX; es improbable que investigadores o divulgadores se topen con ellas por casualidad, ya que los métodos de investigación tradicionales se basan en archivos y bibliotecas, instituciones que han sido muy mezquinas a la hora de recopilar el trabajo de estas arquitectas. Existe, sí, un Archivo Internacional de Mujeres en la Arquitectura creado en 1985 por el búlgaro Milka Bliznakov que se encuentra en la Universidad Virginia Tech en Blacksburg, Estados Unidos. Bliznakov lo creó por su frustración al darse cuenta de que el trabajo de décadas enteras de arquitectura femenina había terminado en la basura.

INVISIBILIDAD
Las colaboraciones han sido generalmente el lastre de muchas de estas profesionales. Por razones familiares y personales, y por el sistema patriarcal que mencionábamos antes, muchas de las mujeres arquitectas han trabajado en pareja con otro arquitecto que generalmente también es su cónyuge. Para complicar las cosas, existe una dificultad agregada y es la manera en que se divulga el trabajo en esta profesión. Los libros y las recopilaciones monográficas presentan casi siempre a los arquitectos como héroes valientes que arrasan con los convencionalismos, llaneros solitarios, cruzados del arte y el diseño. Esa forma de comunicación desalienta las menciones del trabajo en grupo y de las colaboraciones. Ya no digamos del verdadero cerebro detrás del genio que en algunos casos emblemáticos ha resultado una omisión escandalosa. Veamos un ejemplo paradigmático. En 1991 se le otorgó el Pritzker (el premio más importante de cuantos existen en arquitectura) a Robert Venturi, pasando por alto el papel vital de su mujer, Denise Scott Brown, sin la cual Venturi no hubiera podido ni siquiera empezar a programar el 10% de su obra. Muchos años después, en 2013, un grupo de estudiantes de Harvard lanzó una petición por Internet para que el Pritzker fuera otorgado de forma retroactiva a Scott Brown. Esta fue firmada incluso por Venturi, aunque en su discurso de agradecimiento de 1991 no se le ocurriese mencionar para nada la exclusión de su mujer. La petición fue finalmente desestimada, pero tanto Venturi como Scott Brown han recibido la Medalla de Oro del AIA (Instituto Americano de Arquitectura) 2016, lo que ha sido interpretado como un guiño a la arquitecta. El caso de Scott Brown es notable. Incluso antes de ser excluida del Pritzker, había denunciado con entusiasmo la invisibilidad de las mujeres en la arquitectura. No es descabellado concluir que fue deliberadamente castigada por haber osado reclamar sus derechos. Pero los ejemplos no se quedan ahí. El caso de la arquitecta Aino Marsio, esposa de Alvar Aalto, parece un poco más justo hasta que se observa de cerca. Aalto se caracterizaba por su sentido de la igualdad. Fue uno de los primeros en promulgar que la arquitectura no era una cosa para ricos y también en trabajar codo a codo con su mujer, con la que siempre colaboró de igual a igual. Sin embargo, el nombre de Aalto es ampliamente conocido. Pero ¿podemos decir lo mismo de Aino Marsio?

El AIA (Instituto Americano de Arquitectura) parece haberse subido al carro de las reivindicaciones tardías. En 2014 le otorgaron la Medalla de Oro póstuma a la californiana Julia Morgan, primera mujer admitida en la Escuela de Bellas Artes de París y primera en el mundo titulada en 1902 como arquitecta. Su prolífica carrera de más de 700 obras se caracterizó por su apoyo a las asociaciones feministas, para las que construyó muchos de sus edificios. El caso de la madrileña Matilde Ucelay, primera mujer arquitecta de España y purgada por el régimen franquista, también es emblemático. Casi a punto de morir, a sus 94 años, recibió el Premio Nacional de Arquitectura. Más vale tarde que nunca.

ArcVision-Mujeres y Arquitectura, es un premio especialmente creado por la empresa italiana Italcementi con el objetivo de promover las ideas y proyectos que tengan un claro enfoque de innovación y funcionalidad y que destaquen desde un punto de vista sostenible y social. El premio pone el acento en la visión femenina sobre cómo regenerar y diseñar la arquitectura actual y futura. 2015 ha sido su tercer año y la joven arquitecta suiza Angela Deuber se ha hecho con el principal galardón. Entre destacadas figuras de la arquitectura y el diseño mundial, en su jurado figura la directora del Premio Pritzker, Martha Thorne, criticada por su negativa a reconocer a Denise Scott Brown como ganadora retroactiva del Pritzker en 1991. Este premio, creado especialmente para incentivar la actividad y visibilidad de las mujeres en el mundo arquitectónico, fue recibido hace tres años con cautela y duda. Muchas mujeres se preguntaron entonces si no era una nueva forma de discriminación. La respuesta surgió en algunas de las declaraciones surgidas de la convivencia de las arquitectas participantes este año: muchas de ellas no se habían parado a pensar en el tema hasta que surgió en las charlas. También llegaron a otras conclusiones: la discriminación se ha convertido en algo autoasumido y autosilenciado, casi inconsciente: en nuestros países occidentales, sabiendo que en otros lugares la realidad de la discriminación profesional por razones de género es muchísimo peor, tendemos a no denunciarlo por temor a parecer frívolos, o por miedo a empeorar más aún la situación.

Así las cosas, en los últimos 20 años hemos sido testigos de la publicación de una cantidad creciente de libros y artículos sobre mujeres arquitectas, lo que ha contribuido a introducir un nuevo matiz en el modelo de superhéroe solitario (y hombre) y a desarrollar un diálogo con otras disciplinas como la antropología y la filosofía. Pero aunque las historias de las mujeres están cada vez más disponibles, todavía no son lo bastante visibles. De hecho, rara vez aparecen en los programas de estudios cuando se refieren a etapas anteriores a 1970. Y todos sabemos lo difícil que es encontrar en una librería algún monográfico sobre una arquitecta mujer, con la excepción, siempre, de Zaha Hadid, la gran estrella indiscutible.

ZAHA, UN NUEVO COMIENZO
Zaha Hadid no es “esposa de” (de hecho es soltera), y es, sin duda, la pionera en alcanzar por sí misma el estatus de superstar de la arquitectura. La primera ganadora del Pritzker (en 2004) es un prodigio de las formas curvas, y sus edificios futuristas son como monstruos sinuosos y orgánicos. Acusada durante años de proyectar edificios imposibles de construir, ahora hay obras suyas por todas partes. Como le sucede a todas las mujeres que destacan sin ayuda masculina, su talento genera suspicacias. Para algunos es un genio, para otros (entre los cuales se encuentran muchos hombres arquitectos con los que he hablado) es una arrogante que ha perdido contacto con sus ideas originales. Por supuesto, enseguida hacen mención de su fuerte carácter, que al parecer pone a prueba la paciencia de sus clientes, colaboradores, instituciones y de todo lo que se le ponga por delante. Su mentor, Rem Koolhaas, dice que si se sobrevive a las imposiciones de sus maneras e ideas, se llega a resultados increíbles. Ella, por su parte, declara que “si no te comes el miedo, no llegas a nada”. Demasiado consciente de que ser mujer (y árabe) y destacar en un mundo tan masculino como el de la arquitectura sigue siendo más o menos una hazaña de proporciones épicas, Zaha ha decidido permitírselo todo. Y lo ha conseguido todo. Ahora es el Royal Institute of British Architects (RIBA) el que le entregará su Medalla de Oro correspondiente a 2016 en febrero próximo. Zaha Hadid es la primera mujer a la que se le otorga la prestigiosa distinción que aprueba directamente la reina de Inglaterra. Nunca se casó ni tuvo hijos. Han dicho de ella lo que se dice siempre en estos casos, y que es ya un clásico en la larga y triste lista de tópicos de contenido machista más o menos velado y condescendiente: “Ha sacrificado su vida personal por su trabajo”. ¿Cuesta un poco imaginar esa misma frase aplicada a un profesional hombre, famoso y de prestigio? No se extrañen de ello. En España, sin ir más lejos, y de acuerdo con un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), casi la mitad de los españoles, el 45%, considera que son ellas las que deben renunciar a su crecimiento profesional en beneficio de la vida familiar, frente a aquellos que consideran que es el hombre quien debe sacrificar su trabajo: tan solo un 2%.

Arquitectas como Zaha Hadid son un ejemplo inspirador para muchas personas (mujeres pero también hombres) que luchan para levantar y construir, nunca mejor dicho, un mundo en el que frases como “hay cosas que nunca cambiarán” sean cosa del pasado.