otras coordenadas

Del capitalismo de amiguetes al capitalismo democrático

Ya en plena campaña electoral, opinamos en ella soportando nuestro discurso en el contenido económico de las propuestas electorales sometidas a votación. Me gustan las campañas electorales porque en ellas acortan los políticos sus distancias y al menos simulan durante un tiempo que su primera obligación reside en atender nuestras necesidades. Francis Fukuyama, autor americano, en su obra El Fin de la Historia, centra su tesis en que la historia como lucha de clases ha terminado, con un modo final basado en la “democracia liberal”, que se ha impuesto tras el fin de la guerra fría. Mucho me temo que la historia sigue viva y que al margen del retroceso global que implica la nueva frontera con el Islam, es el propio capitalismo el que debe empezar de nuevo. Hoy centramos la atención en las dos formas básicas que éste adquiere en nuestro entorno político. Para ello ejerceremos nuestros votos a favor y en contra.

Primer voto: En contra del capitalismo de amiguetes. En la terminología anglosajona, el Crony Capitalism, que se acercaría más en nuestro entorno a los modelos del sur de Europa que a los nórdicos. Donde este modelo se manifiesta en toda su crudeza es en la parte baja del ciclo económico. Se apoya en elevadas subvenciones y mercados interiores estancos y sobre regulados. Los negocios prosperan en nichos de mercado ligados a la acción de los poderes públicos y sus subvenciones económicas o administrativas, En la crisis sólo quedan subvenciones para unos pocos, por lo que la mayoría se ve atrapada en un sistema que no funciona, no ofrece otras alternativas. Si lo analizamos, España y Canarias tienen en este momento más problemas de oferta que de demanda, síntoma de que el mercado se mueve. La sociedad pide paso y el sistema no se lo da. España con sus 17 mercados autonómicos y Canarias bloqueados, con una sobre regulación territorial que asegura en sus distintos niveles la clientela de cada escalón político-administrativo. El capitalismo de amiguetes no sería tan amplio sin la creencia generalizada de que las soluciones siempre vienen de la mano del Estado, o de la existencia de una sociedad civil incapaz de desarrollar estrategias autónomas. El resultado es que se castiga por el centro a las clases medias más productivas, se liga a las clases bajas de por vida al Estado y se aumenta una pequeña clase alta, sólida y dependiente del sistema.

Segundo voto: A favor del capitalismo democrático. El referido Fin de la Historia se consigue con sistemas de economía capitalista, donde funcione el libre mercado. Con gobiernos representativos y con seguridad jurídica para todos en las relaciones sociales y económicas. Ninguno de estos tres factores los ofrece con claridad hoy el capitalismo español. La corrupción no sería otra cosa que el desajuste producido por el capitalismo de amiguetes. Por ello es considerado en la opinión pública española el segundo de los problemas, luego de la situación económica y su paro. Más intenso en la opinión de unas clases medias arrasadas y obligadas a exportar a sus hijos formados, en busca de opciones que aquí no le damos, en Canarias un drama.

En el capitalismo democrático hay que crecer para repartir. La riqueza la crea la sociedad civil. Las regulaciones restrictivas, la negación de la competencia y el mérito, la rigidez de los mercados laborales o su coste elevado de entrada para jóvenes vía salario mínimo o régimen de autónomos de alto coste, la existencia de grupos de presión ajenos al interés general nos alejan del capitalismo democrático. Al igual que aquellos que propugnan hoy dar marcha atrás a la modificación del artículo 135 de la Constitución, que consagró el principio de estabilidad presupuestaria, o pretenden convertir en derechos fundamentales, vía Constitución, los que no lo son, como la Sanidad , la Educación o las Pensiones. Todos ellos se sostienen en las clases medias que trabajan. Los que ejercen el capitalismo de amiguetes ven un enemigo en el capitalismo democrático.

Tercer voto: para los que creemos en España.

Y en Canarias. El capitalismo democrático tiene al ciudadano como eje de su acción política. En la crisis española se ha centrado la acción de Gobierno en evitar el rescate del Estado y sus bancos y se ha sacrificado a las clases medias. Nos dijeron que iban a bajar los impuestos y subieron cuarenta.
Previamente Zapatero deconstruyó la economía y la geografía hispana. Hay más opciones y están en el capitalismo democrático. Las legislaciones de liberalización de servicios y unificación de mercados europea y nacional corren con timidez por estas vías, lo mismo que la legislación de transparencia. En Canarias hemos derivado en la última etapa con las legislaciones turísticas y de suelo a reforzar el capitalismo de amiguetes. Una perla, la Ley de Inversiones Estratégicas de Canarias se hizo para facilitar las grandes inversiones reduciendo sus plazos de tramitación a la mitad, las pequeñas inversiones más sencillas al doble. Se sujeta así la clientela de alto nivel al mercado político.

Por ello votaremos en estas elecciones a favor del capitalismo democrático, por aquellos no corruptos que nos transmitan confianza, seguridad jurídica y libertad, nos bajen los impuestos y dejen trabajar a todos en igualdad de condiciones.