nombre y apellido

Diomedes Díaz

Después de tres años de reivindicación, la Unesco sancionó la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad para el vallenato, el género musical más popular de Colombia, oriundo de la costa caribeña y que, desde las provincias de Bolívar, Sucre y Córdoba, creció por todo el país y se canta y se baila en los cuatro puntos cardinales, en casas y calles, en salones y plazas, en industrias y talleres, en carros y coches, en fiestas locales y todos los domingos del año. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura justificó la decisión en cuanto “por interpretarse no sólo en festivales y conciertos, sino también en reuniones familiares y amistosas” y porque, con el acordeón diatónico, la guacharaca y la caja, el ritmo trepidante y la voz aguda, “tiene un profundo rol en la construcción de lazos sociales”. Con variantes como el paseo, el merengue, la puya, el son y la tambora y la complementaria utilización de la guitarra y los instrumentos de la cumbia, su historia moderna está unida a Diomedes Díaz Maestre (1957-2013), adicto al alcohol y la cocaína, ídolo en su departamento de César y tipo novelesco de riña, parranda y canción que, con los mejores acordeonistas colombianos, vendió veinte millones de discos y logró en cinco ocasiones el Grammy latino; tuvo relaciones “íntimas y estables con una veintena de mujeres y veintiocho hijos reconocidos”, protagonizó juergas memorables, sonoras y continuas riñas, innumerables problemas con la policía y la justicia y complicaciones graves de salud -desde el síndrome de Guillain-Barré a una difícil operación a corazón abierto, desde un tumor maligno en la columna a un grave accidente automovilístico- que superó, según contaba, gracias a su devoción por la Virgen del Carmen. Juzgado y condenado a doce años de prisión por el homicidio preterintencional de una joven veinteañera, sólo cumplió una cuarta parte de la pena en arresto domiciliario y el suceso no restó nada a su popularidad, manifestada en su multitudinario entierro -falleció de un fallo cardíaco- en las Navidades de 2013. Aunque la expansión internacional llegó con Carlos Vives, el alma y la forma del vallenato estará vinculada para siempre al singular Diomedes, el Cacique de la Junta, como lo llamaban y, además, al gran Calixto Ochoa, representante de la tradición nostálgica que, por supuesto, no es incompatible con el ritmo y la alegría y a quien le oí, por primera vez en el Hilton caraqueño, un tema de trascendencia planetaria, El africano. Ya les contaré.