El dardo

Hay remedios

Los resultados de las elecciones dibujan un panorama sumamente complejo, pero la democracia tiene la virtud de poder alumbrar soluciones, a veces impensables, ante coyunturas que parecen llevar directamente al infierno político. Con los números en la mano y en pura lógica política, el PP debe ser quien intente la investidura de Rajoy como presidente del Gobierno tras la reglamentaria propuesta del rey, aunque obviamente fracasará en el primer intento, ya que PSOE, Podemos y Ciudadanos votarán en contra y harán inviable la obligada mayoría absoluta.

En el segundo, 48 horas después de la primera votación, al PP le bastaría la mayoría simple, siempre que se abstengan PSOE y Ciudadanos. No creo que Sánchez intente formar Gobierno: solo ha ganado en 2 comunidades autónomas o 6 provincias, tiene más de 30 diputados de diferencia con los populares y no puede propiciar el abrazo del oso de Podemos, quien en un eventual pacto exigiría -lo ha dicho su líder- reformas imposibles, por utópicas, en el referéndum de autodeterminación en Cataluña (y en cualquier comunidad que lo solicite) y en la aplicación de políticas antisistema, neocomunistas, tercermundistas, populistas y antioccidentales, sin parangón en Europa, ni siquiera en la Grecia de Tsipras. Los barones socialistas ya han dicho que no permitirán un acuerdo de este tipo ni con otras formaciones como ERC, DyL o Bildu, quienes a su vez también se oponen a un eventual pacto si no se cierra bajo sus condiciones. Por razones de interés nacional y de estabilidad política, el PP y los socialistas necesitan a las gentes de Rivera y éstas a las de Sánchez, quienes así se cubrirían ante las seguras críticas de sus adversarios y luego podrían condicionar la duración de la legislatura y la gobernación del país por parte de los populares, dejando a Podemos el papel de actor secundario que en equidad le corresponde por sus votos, en lugar de dar protagonismo a su chulesco y egocéntrico líder. La otra alternativa, en caso del bloqueo de acuerdos, sería un adelanto electoral que precisamente no conviene ni al PSOE, que necesita tiempo para reorganizarse y volver a la centralidad, ni a Ciudadanos, que debe ganar implantación e implicarse en responsabilidades de Estado. Fuera de estos escenarios, nada parece hoy posible.