después del paréntesis

Latinoamérica necesita un feliz 2016

Tras las doce campanadas anunciando un Nuevo Año, aquí estaremos atosigados de uvas, mientras Latinoamérica se preparará, por diferencia horaria, para hacerlo a su manera: levantando una copa con sidra -o lo que puedan haber comprado sus habitantes para llenarlas-, deseando todos un 2016 próspero, con justicia social, libertad, paz, democracia, sin censura, presos políticos o exiliados. Sin corrupción ni imposición de pensamientos políticos únicos en nombre de revoluciones, cuando los pueblos solo desean ver cumplidas plataformas electorales que, tras las elecciones, pasan a ser folios que cubren fondos de jaulas de pajaricos de políticos electos, facilitándoles limpiar y ocultar excrementos.

Cuando levante mi copa tras atragantarme de uvas (confieso, nunca supero las diez a tiempo), pediré por todo el Nuevo Continente. Para que en Estados Unidos latinos y negros dejen de ser mano de obra barata o dianas móviles de pseudopolicías; en México y Centroamérica el narcotráfico deje de dominarlo todo; para que Cuba, tras recuperar por la fuerza de la realidad su cordura, al igual que con la guerrilla colombiana convenza a los Gobiernos venezolano, ecuatoriano y boliviano, que sus sueños de poder eterno han fracasado; que corrupción y desigualdad desaparezcan de Brasil, Chile, Argentina o Uruguay, pese a las negativas previsiones a futuro para sus economías.

Pediré que liberales y conservadores que administran varios países comprendan que una cosa es capitalismo y otra el feudalismo que impusieron en Latinoamérica durante el siglo pasado, llevando a sus pueblos a abrazarse a modelos que fracturaron sociedades, destruyeron economías, dividieron la región y les aislaron internacionalmente, volviendo a convertirla en una tierra de paz y progreso, cercana a una España a la que deseo lo mismo pues es donde decidí construir parte de mi vida. Pedir no cuesta nada. Y Latinoamérica necesita un feliz 2016.

gerardoctkc@gmail.com