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Laura García Lorca

Ni el poeta ni su recuerdo se libran de los vicios y maldiciones patrias y, a los setenta y nueve años de su asesinato, la búsqueda de sus restos sigue envuelta en la polémica y la apertura del Centro Federico García Lorca se efectuó con la música de fondo de un escándalo económico en las instancias judiciales. Creado en el septenio de la abundancia, el inmueble carga también con los excesos y novelerías que, por presunción y estulticia, restan y nunca suman a los proyectos necesarios. En todo caso si, desde este diciembre, pasan por Granada la Bella no desdeñen la oportunidad de conocer un espacio memorial que, libre de miserias personales, políticas y territoriales, tendrá un espléndido futuro. Sus 5.000 metros cuadrados incluyen como piezas estelares un auditorio polivalente de 400 butacas y equipado para teatro, conciertos y actos públicos, y una diáfana biblioteca, con dependencias auxiliares para investigación. Y, también, una caja fuerte, colgada del techo que, si bien ofrece todas las garantías de seguridad, no deja de aparentar una veleidad para captar la atenciones de noveleros y turistas provincianos. En ese exagerado sanctasantórum se custodiarán -si alguna vez llegan- los documentos y objetos más valiosos vinculados a la vida y la obra del autor del Romancero Gitano, actualmente en la madrileña Residencia de Estudiantes. Fue este legado, aún por entregar, la potente razón que justificó la inversión de más de veinte millones de euros, superados por una gestión fraudulenta o, cuando menos, negligente y temeraria, sometida a distintas reclamaciones institucionales y de la propia empresa constructora y a demandas de la sobrina y presidenta de la Fundación García Lorca contra el huido secretario de la misma. Con un lustro de retraso sobre la fecha prevista, la institución inició su recorrido gobernada por un consorcio en el que participan el Ministerio de Educación, la Junta de Andalucía, la Diputación de Granada y el ayuntamiento de la capital nazarí. Ojalá que acaben aquí los desencuentros políticos y las reticencias de Laura García Lorca -también firme opositora a la búsqueda de los restos de su famoso tío-, y Federico, el espíritu más señero e inquieto de Andalucía, campe al fin libre “como una brisa entre los olivos”. Por cierto, frente a las expectativas de una gran muestra inaugural, se presentó una digna exposición, Teoría del duende, comisariada por Enrique Juncosa, que estará abierta hasta el próximo enero. Pero esa es cuestión de otra esquina.