SOCIEDAD

Lesbos: la isla de los sueños y las lágrimas

DCIM103GOPRO IMG_1098 DSC02773 DSC02908
<
>
DCIM103GOPRO

César Sar Lesbos (Grecia)

La fundación de Melinda y Bill Gates ha donado desde su creación en el año 1999 más de 35.000 millones de dólares. Pero no hace falta ser multimillonario para demostrar generosidad. Volando en uno de mis viajes encontré a Jorge Fariña, un joven portuense que me contó su intención de invertir la mitad de sus vacaciones en acudir como voluntario a la isla griega de Lesbos. Había visto por la televisión el caso del niño ahogado y decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Su intención era la de ayudar de manera independiente a los refugiados. Me pareció tan anónimamente generoso e interesante que le pedí unirme. Nos rascamos el bolsillo y una semana más tarde estábamos allí, en una isla un poco más pequeña que Tenerife y un poco más grande que Gran Canaria pero con menos de 90.000 habitantes y repleta de olivos.
El caso de Jorge no es único. Cada día son más las personas que ofrecen ayuda al margen de gobiernos y grandes ONG´s, y gracias a las redes sociales se coordinan mínimamente, intercambian información y van sin más a echar una mano. La naturaleza humana es imprevisible, también para hacer el bien.

Jorge rápidamente se puso manos a la obra para colaborar con estas personas al bajarse de las embarcaciones, ofrecerles agua, ayudarlas a cambiarse de ropa, guiarlas en qué dirección tomar hacia los pobres campamentos, dar consuelo y compartir alegrías, entre otras muchas tareas.

Por un motivo u otro

Pronto me doy cuenta de que Lesbos es la puerta de Europa. En esas barcas llegan muchos refugiados sirios, afganos e iraquíes que huyen de las bombas, pero también llegan otros muchos procedentes de una veintena larga de países como Pakistán, Irán, Sri Lanka o Marruecos. Éstos últimos han tomando un avión hasta Turquía para luego navegar hasta Grecia. A todos los que no son refugiados se les considera inmigrantes económicos, personas que vienen en busca de una vida mejor. En ambos casos tienen que pasar por caja en la costa turca donde las mafias mueven aproximadamente 5 millones de euros al día gracias a este gran éxodo. El precio de la travesía marítima varía según el país. Los sirios pagan entre 2000 y 2500 euros. En su mayoría son personas con algo de dinero, estudios y cuenta en Facebook. Los afganos de las montañas, pobres de solemnidad, pagan entre 1000 y 1500 euros tras vender hasta la última cabra. El Gobierno griego los registra y les da un permiso temporal de libre movimiento por el país. Con ese papel pueden comprar un billete de ferry hasta Atenas por el que pagan entre 40 y 65 euros. De allí continúan su camino hasta los países elegidos, generalmente Alemania y Suecia.

Un problema real

Tras los atentados de París han sido muchas las personas que han mirado hacia Grecia buscando allí un problema de seguridad que es real. Quienes llegan a Lesbos y a las demás islas griegas, sean refugiados de guerra o inmigrantes económicos, no pasan ningún control de seguridad, sus pequeños equipajes no son registrados ni al bajar de la barca ni al subir al ferry que les lleva al continente. Es posible transportar cualquier cosa desde Afganistán, Siria, etcétera, hasta el corazón de Europa sin el más mínimo control.

Excusa para xenófobos

Lamentablemente este argumento es utilizado por quienes anidan en sus corazones sentimientos xenófobos para vincular inmigración con delincuencia, algo que otros consideramos una miseria intelectual.

Las emociones en las playas de Lesbos están a flor de piel y no es para menos. Lágrimas de alegría pero también de pena. Con cada uno se podría escribir un libro. Europa vive el mayor movimiento migratorio desde la Segunda Guerra Mundial. Mirar hacia otro lado no solucionará el problema. El mundo necesita más Gates y más Fariñas.

Sedar a niños para sofocar sus llantos

Ver llegar decenas de pequeños es muy habitual. Las mafias que operan en la costa turca están poniendo en práctica la costumbre de sedar a los niños pequeños antes de embarcarlos. No quieren que sus llantos den la voz de alarma a la poco activa policía turca y tampoco que pongan nerviosos a unos pasajeros que en su mayoría nunca ha visto el mar y están aterrados. Como resultado, algunos niños no logran despertar. Llegan muertos en brazos de sus madres hasta la costa griega. Son las grandes víctimas de este masivo movimiento migratorio.

Ni Gobierno ni grandes ONG ni ONU

De problema migratorio a crisis humanitaria. En las costas de Grecia no está el gobierno griego, ni se le espera. Tal vez desbordado por la situación, tal vez por querer dejarles pasar como sea y esquivar el problema o, lo que es peor, para presionar a sus socios europeos en busca de más dinero para frenar su paso.