por qué no me callo

El ministro que habla con los mercados

Cuando estalló la crisis de las hipotecas basura, subprime, en Estados Unidos, el Congreso de ese país cumplió con un rito legendario: comenzó a investigar los hechos y pidió que comparecieran los amos del mundo, pequeños y grandes tahúres de la especulación de los instrumentos financieros. La foto era espeluznante: los kaisers de la burbuja y de los hedge funds alzaban la mano y juraban o prometían decir la verdad. Algunos se quitaron el velo de seda, contaron que había que pinchar los globos y que lo hicieron a propósito. ¿Alardeaban o decían la verdad? Otros se notaba que fingían dominar la situación para no ser menos que sus colegas, y seguramente estaban in albis, más perdidos que el barco del arroz en los albores de la peor crisis de la historia tras el crac del 29. Pero la foto, insisto, imponía, eran tíos muy poderosos jugando a pulsar el botón de sus bombitas y a poner el mundo patas arriba a sus pies hasta restablecer la normalidad con las alforjas llenas. Esto de apelar a las teorías conspiratorias para explicar situaciones dantescas como la Gran Recesión (2008-2015) es un recurso muy socorrido, y algunos empresarios, aun estos días, me cuentan su versión de la crisis en virtud de esa creencia esotérica de unos jerarcas en la sombra moviendo los hilos de la economía y la política. Seguramente aquellos señores de la Gran Manzana y Wall Street sean hoy más ricos que entonces, representan ese ínfimo porcentaje de personas selectas que acaparan, al parecer, la gran tajada del tesoro del planeta. Son tan listos que, si es necesario, convierten el cambio climático, que el sábado inspiró un acuerdo histórico en París, en el próximo objetivo de sus dentelladas gananciales. Pero para no distraerme del hilo de Soros y compañía, quería decir que cualquiera de nosotros tiene derecho a hacerse preguntas. Al ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, los empresarios del lugar bombardearon a preguntas el mismo sábado, en el Hotel Mencey, durante el Punto de Encuentro de DIARIO DE AVISOS y el Grupo Plató del Atlántico. Preguntas dirigidas al hombre que habla con los mercados y sobre cuyos hombros, en Europa, recaía la crisis española como una vagabunda mendicante que se atrevía a profanar los pasillos de Bruselas gallofeando su óbolo a los socios del club. Reveló el ministro que en abril de 2012, el annus horribilis en que sobrevolaba nuestras cabezas una bandada de buitres ansiosos vestidos de negro velando el rescate, el FMI declaró a España “el principal riesgo de la economía mundial”. Recuerdo como ustedes ese año en que todos los días los mercados y las agencias de rating nos pinchaban con rejones afilados como a un estafermo, y éramos el hazmerreír. Desde Alemania se difundió un vídeo difamatorio sobre los hábitos laborales de los españoles como una panda de vagos. Alemania ha sabido nadar y guardar la ropa durante esta crisis, ocultando la cara misérrima del país, con sueldos infames y un auge de minijobs que ofende la esencia del Estado del Bienestar. En 2003 leí un informe de Morgan Stanley que sostenía que España sería “la próxima Alemania” y Alemania se convertiría en España. Hoy España crece por encima del 3%, casi el doble de Alemania. La profecía empieza a cobrar cuerpo. El actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, abordó por sorpresa al ministro español de Economía y rodeó su cuello con las manos simulando estrangularlo en marzo de 2012, cuando España era aquel juguete de trapo con el que todos se entretenían. El sábado, Guindos dijo que ese día el Eurogrupo puso nuevas condiciones a su Gobierno, eran tiempos de palos y pocas zanahorias. A perro flaco todo son pulgas. Ahora que España es el país que más crece de la UE, Guindos dice que se cuida de no ir por los pasillos de Bruselas sacando pecho. Es posible que ignore los agravios disfrazados de morisquetas que entonces le infligían cuando la prima de riesgos rondaba los 600 puntos básicos. Contó que Van Rompuy, que presidía el Consejo Europeo, lo llamaba por teléfono ese año maldito con malas noticias. No se fiaban de España ni del Banco de España. Guindos tuvo que encargar a analistas externos del agrado del staff de Bruselas la auditoria de nuestro sistema financiero. En este Punto de Encuentro, el ministro se halló cómodo para hacer inventario, desempolvar anécdotas y sugerir a Canarias que exprima su renta de posición para sacar provecho de una oportunidad histórica: África, llamada a ser “la nueva Asia de los últimos 30 años”. Medio centenar de empresarios de las islas quisieron saber de primera mano cómo hemos ido saliendo del túnel, y tenían delante al hombre que llevaba el fanal y la jaula con el pajarito abriendo camino. Al levantarse tras el acto, me dijo: “Nos creyeron cuando nacionalizamos Bankia”. Confieso que en la hora y media que estuvimos con Guindos hablando en voz alta de las batallas europeas durante la pérfida crisis, compartiendo el desayuno hotelero con el presidente, director y subdiretores del periódico, con los compañeros de Viva la Radio y la nutrida representación de la economía local, yo tenía todo el tiempo grabada en la memoria aquella foto colectiva de los amos del mundo confesando, con medias verdades, solemnemente ante los congresistas norteamericanos la supuesta voladura del sistema y un nuevo orden que haría olvidar todo muy pronto. Llevamos siete años de nuestras vidas inmersos en la crisis de esa cuenta atrás, y el 20D nos pone a prueba.