SOCIEDAD

“Novios por horas. Consulte precios”

novios por horasLlegas a la cena de empresa de tu trabajo (donde todo el mundo sabe que eres una desgraciada en el amor) de la mano de un hombre apuesto y encantador que no para de brindarte todo tipo de atenciones: te quita el abrigo, te mira con dulzura, te acaricia la mano, participa con entusiasmo e inteligencia en la conversación de la mesa… Tus compañeros de trabajo no dan crédito, te envidian en secreto, se preguntan cómo has tenido tanta suerte. Al finalizar la cena él te acompaña a casa, porque así ha sido acordado, pero al llegar al portal te despides con un apretón de manos y le entregas 120 euros. La velada ha terminado. El contrato también. Y si te sobran otros 120 euros podrás llamarlo la semana que viene para hacer la misma representación en la cena familiar de Navidad.

Si eres occidental puede que todo esto te resulte patético, una ficción inadmisible, pero si eres japonés o chino, nada de esto te asombrará. Para empezar, estos servicios y muchísimos otros que te dejarían boquiabierto existen y son cada vez más frecuentes en estos países asiáticos. Y aunque en Occidente aún nos falta dar un par de pasos en el camino hacia la alienación total, la enorme densidad de población de China y Japón, sus peculiaridades sociales y su adicción a Internet y a las redes sociales lo convierten en el caldo de cultivo ideal para este tipo de negocios.

La soledad

Nos aislamos cada vez más de los demás. Parece que la relación inversamente proporcional entre la participación masiva en las redes sociales y la generación de almas solitarias es la verdadera revolución en la comunicación de nuestros tiempos. La ilusión permanente de que estamos interactuando con los otros, sin darnos cuenta que en realidad hemos llevado la representación y la farsa hasta límites exasperantes, no solo nos aleja de los demás, sino también de nosotros mismos. A todo ello hay que sumar el ritmo frenético por la supervivencia económica, las largas jornadas de pluriempleos y lo poco propensos que somos a observarnos a nosotros mismos. El sistema, cuyos engranajes son automáticos pero no inocentes, fagocita y alcanza todos los fenómenos sociales. Lo compramos y lo vendemos todo. Adaptamos nuestros valores de intercambio social a nuestros valores de intercambio económico. Un problema recurrente que surge en las encuestas que se hacen entre la población de esos países es el de soledad. Sobre todo entre los jóvenes, lo que no deja de ser irónico. La juventud es un segmento social hipercomunicado, absolutamente dependiente de sus dispositivos móviles como mostraba hace unos meses un vídeo que se hizo viral en YouTube, el de una jovencita en el metro al que le daba un verdadero ataque de locura porque su móvil se apagaba de repente. Como bien mostraba el vídeo, nadie se acercó a preguntarle qué le pasaba y sus gritos y sus aspavientos no iban dirigidos a nadie en especial. Un metro lleno de gente que no se miraba a los ojos y donde nadie hizo nada por ella… excepto grabarla en vídeo.

La gran paradoja es que muchos de los adictos a las redes sociales son incapaces de relacionarse fuera de ellas. En China hay 650 millones de internautas y es el país donde mayor número de gente tiene acceso a Internet.

El mercado humano

La prostitución, si bien continúa siendo un negocio muy próspero, es definitivamente un juego de niños al lado de los nuevos intercambios de servicios humanos que surgen sin cesar. En China no solo puedes alquilar por unas horas a un “prometido” para que te acompañe a una cena. También puedes comprar la compañía de un gato por unas horas, contratar los servicios de una “amiga” para que te acompañe a ir de compras y hasta a alguien que te despierte con palabras aduladoras por la mañana. El Año Nuevo Chino es el momento álgido por excelencia. Comparable a nuestras Navidades, es el único período del año donde la mayoría de los jóvenes ven a sus padres y abuelos. El negocio de alquiler de novios y novias sube como la espuma, y las tarifas dependen de los requisitos del cliente. No es lo mismo dormir juntos que separados, besarse o no besarse, cogerse de la mano o abrazarse. Muchos solicitan un servicio para tres o cuatro días, a otros les basta con una cena. Solo entablar conversación con WeChat (el equivalente chino del WhatsApp) es otro gran negocio: hay gente que paga un yuan (14 céntimos de euro) por un ratito de conversación banal con un desconocido, del tipo: “¿qué tal te fue en el trabajo?”, “bien, gracias, ¿y a ti?”. Taobao, la plataforma de comercio online que hace furor en el mercado asiático, es el soporte por excelencia de este tipo de intercambios. Pero sin duda el último grito lo ha dado la Universidad de Kunming, que, preocupada por la escasa inserción de sus graduados, los ha puesto a la venta. Literalmente. Al lado de la foto de cada licenciado y su currículum académico, hay un enlace para que las empresas interesadas depositen una fianza equivalente a 140 euros, que será devuelta solo si se realiza la entrevista laboral. Además, en China sobran 24 millones de hombres en relación a su población femenina y el negocio de los matrimonios con mujeres vietnamitas (por 1400 euros cada uno) crece sin parar.

Pero la cosa no acaba ahí. La imaginación de los vecinos japoneses para comercializar servicios de compañía tampoco parece tener límites. El alquiler de perros es solo una pequeña muestra. Por 10 euros la media hora puedes acudir a un sitio a acariciar a más de 20 razas de perros diferentes. Por un poco más (65 euros el servicio), ciertas empresas niponas contratan a hombres guapos y jóvenes para que hagan llorar a las empleadas de sus empresas con vídeos específicamente estudiados para ello. Una vez que han logrado sus objetivos, también les enjugan las lágrimas con cariño y empatía. Y todo ello porque han llegado a la conclusión de que las mujeres están bajo una presión a veces insoportable en las empresas y que, faltaba más, mostrar las emociones en el lugar de trabajo incrementa y facilita la productividad. El particular negocio se llama Ikemeso, palabra que tiene sus raíces en ikemen (“tío bueno”). Hay 7 tipos distintos de chicos disponibles, entre los que destacan: el “hermano menor”, el “chico malo”, el “intelectual”, el “hombre mayor apuesto y comprensivo”, etcétera. Cada vez es más evidente que las redes sociales tienen más de red que de social. Lo fascinante es que sean precisamente ellas mismas, que tanta soledad generan y esconden, justo el medio a través del cual proliferen los servicios de tratamiento paliativo… de esa misma soledad. Causa y efecto, medio y mensaje, sed y oasis, enfermedad y remedio, convertidos en un todo indistinguible de retroalimentación infinita: el sueño húmedo definitivo de cualquier antropólogo o escritor de ciencia ficción distópica.

¿Perverso? Tal vez. Pero la pregunta que surge a continuación es cuánto tardarán esa clase de servicios en implantarse en Occidente, si es que no lo han hecho ya. En un mundo donde la oferta-demanda y la compra-venta son ya casi la única forma de interacción humana, lo único asombroso es que todavía nos asombre algo así.