sobre el volcán

Venezuela, en tiempos de transición

Gane quien gane este domingo, Venezuela seguirá sufriendo el peor de sus males: una profunda división que parte en dos a la sociedad. Lo más probable es que esta falla que divide a la población se haga todavía más grande. Con todo, una victoria de la oposición abriría una pequeña vía de esperanza para afrontar el cambio que necesita el país. El Gobierno de Maduro ha perdido el crédito social y solo conserva un apoyo popular basado en el rancio clientelismo que practica, mientras es incapaz de afrontar un plan económico que saque al país de la devastadora crisis económica que padece. Por el contrario, como un estado paranoico, habita en una constante manía persecutoria y acusa a países extranjeros y empresarios venezolanos de protagonizar una “guerra económica” para desestabilizar el Gobierno. Es ridículo achacar a esta causa el desabastecimiento que padece Venezuela, justificando su incapacidad con el victimismo. El país sufre una de las mayores inflaciones del planeta y no es capaz de hacer frente a medidas estructurales que logren sanear la economía venezolana. A todo ello hay que sumar las serias deficiencias que sufre Venezuela en materia de derechos y libertades. Un sistema donde la división de poderes no está garantizada, es incapaz de vivir en democracia. Un país que encarcela a los líderes de la oposición, después de procesos judiciales cuya equidad es más que cuestionable, sufre un déficit político todavía más grande que en materia económica. Una república cuyo liderazgo descansa en el más absurdo y caricaturesco culto a la personalidad, entorpece el desarrollo de una sociedad plural y abierta que huye de cualquier clase de fetichismo como de la peste. Ante este panorama, todo lo que pueda haber de cambio el 6 de diciembre será para bien. ¿Pero está la oposición en condiciones de garantizar ese cambio y de hacerlo en condiciones de normalidad? Lamentablemente creo que el galimatías que es la MUD, que forma una especie de torre de babel ideológica, cuya argamasa la compone sobre todo el afán por acabar con el Gobierno y no plantear un proyecto alternativo, sólido, realista y consensuado para sacar al país de la grave crisis económica que padece y comenzar a reconstruir las bases de una paz social maltrecha por años de una política de confrontación y revanchista. De ahí que albergue dudas de que en el caso de que la oposición gane las elecciones este domingo, como parece que pronostican algunas encuestas, pudiera al menos columbrar un cambio en el país. Son unos comicios parlamentarios, no presidenciales, pero de una gran trascendencia para Venezuela. Ahora que en España hay partidos dispuestos a enterrar la Transición, un proceso así, donde las partes ceden para que gane el todo, está todavía vigente para países como Venezuela, que necesitan dar un cambio con urgencia pero con toda la prudencia y equilibrio. También es cierto que la improvisación fue característica de la Transición española, y salió bien. Confío que ocurra lo mismo en Venezuela.