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Abuso de Cataluña

1. Si les digo que estoy hasta los mismísimos de Cataluña y de los catalanes, ustedes tendrán compasión de mí. Esto no hay quien lo aguante. Me dicen en algunos restaurantes que los clientes están rechazando los productos catalanes y existe ya aversión hacia estos desarrapados de zarcillos y mochilas que se sientan en los escaños de la cámara autonómica de allá. Al menos nuestro presidente lleva mochila, pero es limpito. La mayoría de los diputados catalanes de la izquierda radical da la impresión de que se ducha poco o nada. ¿Hace falta parecer tan poco elegante para pertenecer a la izquierda radical? ¿Es preciso vestir de esa forma para demostrar que son los progres? A mí me parece estar volviendo a los sesenta, a la isla de Wight y a Bob Dylan. Qué horror, pasos atrás, en vez de pasos adelante. Ñoños por fuera, en lugar de zapatos de Prada. No sé si voy a resistirlo. Con lo cerca que está Madeira para vivir. Al menos la izquierda portuguesa se comporta correctamente. La catalana -la nuestra en general- es como la griega, un carnaval mal parido.

2. El Parlamento catalán se ha convertido en una vergüenza para la gente normal. ¿Cómo se ha dejado sorprender de esta manera la sociedad catalana? ¿Tan sólo para evitar que las familias que la ha explotado vayan a la cárcel por la mamandurria organizada que han montado a través de los años? Lo de Cataluña ha sido todo un descubrimiento. Si la honorabilidad se mide por la que ha demostrado la familia Pujol, ahí tienen el resultado. A lo mejor es que lo “honorable” estaba equivocado en el diccionario.

3. Cataluña, España, en manos de esta gente es una Cataluña y una España acabadas. Que nadie lo dude. Las empresas ya han empezado a marcharse de aquel territorio, los capitales han comenzado a retirarse de España, sencillamente porque los empresarios tienen miedo. Preparémonos para padecer pobreza y necesidad. Nadie creerá en nosotros y el sacrificio de la bendita Transición habrá sido inútil. Yo ya soy viejo, pero espero que los jóvenes sensatos, no los otros, puedan impedir el desastre. Y siempre nos quedará Madeira, que también es una isla. Lástima que no quepamos todos.