el charco hondo

Alcalde

Llevamos 30 años -joder, qué rápido va esto- compartiendo un montón de cosas, tantas como hemos acumulado desde la década de los ochenta. Junto a otros (los colegas de siempre, benditos otros) nos tropezamos en el bar de Derecho y Económicas y desde entonces hemos convivido ininterrumpidamente, formando parte de una pandilla que nació para siempre, sin fecha de caducidad, sabiamente instalados en el vive y déjalo estar, sin tomarnos demasiado en serio, fluyendo familiarmente; y, sobre todo, riéndonos de nosotros mismos por los siglos de los siglos, amén. Lo conozco muy bien; y él a mí, claro. Son ya 30 años contándonos las cosas, la vida. Años en los que nos ha pasado de todo. Normalmente cosas buenas, aunque no siempre; pero en los días torcidos siempre hemos estado ahí. Somos amigos, sí.

Hace una eternidad, es cierto. Algunos lo saben, y preguntan. Siendo tan amigo de Bermúdez, ¿no estás contaminado para opinar sobre el alcalde? Creo sinceramente que si sobre alguien puedo escribir con conocimiento de causa es sobre José Manuel Bermúdez Esparza. Que seamos tan amigos lejos de ser un problema es una ventaja. Juego con ventaja porque sé, conozco. Me consta cómo y cuánto trabaja el alcalde. Sé los objetivos que se ha marcado para mejorar las cosas. Me consta que siente Santa Cruz -también eso es compartido-. Sé que ser el alcalde de nuestra ciudad es la ilusión de su vida. Sé que le echa mil horas (que, inevitablemente, ha dejado de pasar con los colegas). Hay decisiones e indecisiones que a veces no comparto con él, y cuando así ha ocurrido se lo digo o escribo; sabe el alcalde que se me da fatal regalarle la razón, que no me sale. Ahora bien, si los datos dicen que en Santa Cruz disminuye el desempleo, crece el comercio y sube el turismo, en vez de eludirlo porque el alcalde es efectivamente uno de mis mejores amigos, lo celebro y además lo escribo; y seguiré escribiendo.