sin pelos en la tecla

Áulicos disputados – Por Cecilio Urgoiti

El bipartidismo ha actuado a lo largo de los últimos 40 años frente a la sociedad española como si tuviera una concepción feudal de la democracia, dos palabras incompatibles entre sí, pero es que se portan como dueños y señores, creen que solo ellos son los que deben gobernar, como si fueran elegidos de manera vitalicia, considerándose algo así como áulicos, herederos o perteneciente o relativo a la corte o al palacio. Cortesano o palaciego, como si esto de la política se heredara, claro que imitan a la monarquía y así piensan, que nacieron para dirigir los destinos de la nación, vamos, que lo que ellos mismos llamaron la “transición” lo tomaron como un traspaso de poder, pero olvidaron o peor aun, obviaron que veníamos de una férrea dictadura, con un balance de más de un millón de muertos. Tanto los socialdemócratas como la derecha tienen una idea de la política en este país que ha de llevarse a cabo con su ordeno y mando, considerándose, más que diputados, verdaderos disputados de un todo absoluto. Son incapaces de pararse a razonar y, por consiguiente, deducir que hay un importante segmento de la población, preferentemente jóvenes, que discrepa abiertamente de la democracia representativa y que lucha para llevar adelante la democracia participativa. Si el concepto de democracia nace en Grecia y allí, con las limitaciones que nos pueden dar más de 24 siglos de distancia, un nada para el cosmos y una eternidad para nosotros, habrá que buscar ese entendimiento que el nuevo parlamento ha marcado, como voluntad popular. En la constitución de la Mesa del Congreso se ha dejado ver esa “zorra cachaza” que traslucían los viejos del lugar, que solo les faltaba decir, a los noveles diputados, salgan de aquí, intrusos pordioseros. La nota a eso que digo la dio Celia Villalobos con lo de las rastas, que no le importan, y lo de los piojos que sí, pero a ellos, los de las rastas, también. Lo que no vio la vetusta señora fue cómo un trilero como el señorito Gómez de la Serna, cuando era nombrado, asomaba tras una columna, para recordar que la legislatura, al menos por la derecha, arrancaba, de nuevo y como siempre, con total normalidad corrupta.

El Congreso de los Diputados es una de las Cámaras del sistema bicameral español junto al Senado. Está reglamentado en el artículo 68 de la Constitución del 78. Según la Carta Magna, el Congreso estará formado de un mínimo de 300 y un máximo de 400 diputados, de siempre, dentro de esta Constitución, ha sido 350. A mí entender muchos parlamentarios. La circunscripción electoral es la provincia. Las poblaciones de Ceuta y Melilla estarán representadas cada una de ellas por un diputado. La ley distribuye el número total de diputados, asignando una representación mínima inicial a cada circunscripción y distribuyendo los demás en proporción a la población, con ese sistema corrector que es esa Ley D’Hondt que favorece abiertamente a los “dueños y señores”.

El bebé de Bescansa en el Parlamento, por interés, más de la otra parte, que de ella misma, ha servido para oscurecer lo vivido en la sede parlamentaria; entiendo que los voceros algo tenían que hacer. Aunque Carolina, teniendo como tiene razón, debió de haber buscado una solución alternativa y no ponerles tan a huevo la puesta en escena a la casta. Por cierto, ¿cuánto aguantará Patxi López?

He visto a los de Rajoy, que están jugando con mucha astucia y hasta buen acierto. Apoyan a Rivera y se abstiene el PP, para que salga elegido presidente del Congreso Patxi López, lo que significa: alejar al PSOE de un posible pacto con Podemos y otros que conforman esa larga lista de partidos que no voy a citar. Asimismo han mandado un creíble y aparentemente certero recado a la opinión pública, haciendo saber que Rajoy busca un Gobierno de estabilidad y quiere hacerlo con el beneplácito de los socialistas. Si al final se va a nuevas elecciones, el PSOE será el que lo ha provocado y el que pague el pato. El desenlace de esta tragicomedia ha quedado en manos de los socialistas, con dos soluciones poco favorables, abstenerse en la investidura de Mariano o repetir las elecciones.