el charco hondo

Colapso

Después de tantos años dando un barniz intelectual al proceso para justificarlo con cierta apariencia de racionalidad, quienes tienen a Cataluña paralizada por un síndrome de desconexión (separando las ideas de los sentimientos asociados, o intelectualizando lo que sucede para explicar el aislamiento) ocultan que si algo necesita la sociedad catalana no es una propuesta de desconexión, sino que vuelvan a conectarse a la realidad que el independentismo tiene escondida en un cajón. Dado el enorme destrozo que están provocándole a Cataluña, lo que realmente hace falta es volver a conectarla al siglo XXI y a sus razonables marcos de convivencia (¿qué harán cuando las grandes empresas, alérgicas a las incertidumbres, vuelen con miles de empleos a otra parte?). Cataluña es un país desconectado que necesita volver a conectarse, no al revés. Deben conectarse a la madurez, al día a día que los catalanes pisan cuando bajan de la cama cada mañana, al realismo, a la gestión responsable de los recursos públicos. Si de algo deben desconectar no es de España (cuánto daño ha hecho la soberbia e inacción de Madrid, sin duda corresponsable del trasvase del catalanismo al independentismo), sino de este viaje a ningún sitio que dejará a Cataluña seriamente herida, con su prestigio destartalado, convertida en un país del que internacionalmente solo se está sabiendo por corrupciones e infantilismos separatistas. Entre unos y otros tienen a España sumergida en el colapso de la confianza que denuncia Zygmunt Bauman. Plantea el sociólogo polaco que el colapso nace de la creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Se necesita política, habilidad para decidir qué cosas tienen que hacerse, afirma. Si Cataluña lleva años desconectada es precisamente por incapacidad, porque se necesitaba política y se evitó. Pocas soluciones pueden esperarse de los padres del problema, de los culpables -en Barcelona y Madrid- del colapso.