superconfidencial

Como hoy es domingo

1. Me he echado a la calle esta semana, para celebrar la marcha definitiva de la gripe. Y he visto cómo se está cayendo literalmente el edificio de la Escuela de Comercio, hoy sede de la Universidad Menéndez y Pelayo y de no sé cuántas cosas más. Un pueblo que deja que se derribe un edificio de Dominique Perrault, aunque sea por decisión judicial, es un pueblo inculto. En Santa Cruz quedan muy pocos edificios de esos que llamamos emblemáticos. Si dejan caer éste, quedarían todavía menos. Aquí no tenemos respeto ni siquiera por los cementerios donde descansan nuestros antepasados. Las cosas viejas no gustan, cuando resulta que forman parte de nuestra historia. Si van a convertir en sede de las academias el viejo instituto de Ireneo González, ¿por qué no se restaura la Escuela de Comercio? No lo harán; pasarán años y se caerá sola. Una pena.

2. Yo no entiendo lo de Güímar, por cambiar de tema. Me refiero al acuerdo al que han llegado con el fiscal los acusados por el tema de los áridos. No lo entiendo porque, primero, este proceso tenía que haberse dividido en cinco, no meter a todos los imputados por un supuesto delito contra el medio ambiente en un mismo saco. Segundo, ¿quién niega la responsabilidad del Ayuntamiento de Güímar, por dejadez, en este asunto, Ayuntamiento que se convirtió en acusación?; tercero, un pacto con el fiscal en el que se incluye cárcel (aunque no se cumpla) es un pacto que reconoce culpabilidad, cuando a lo mejor no son culpables los imputados; cuarto, la Isla no habría podido construirse sin los áridos de Güímar, para cuya extracción algunos de los empresarios tenían permiso de Minas (faltaba la licencia municipal); y quinto, ¿qué pasa si la acusación particular no refrenda el acuerdo con el fiscal y tiene que seguir el juicio? ¿Son culpables de antemano los imputados, al haberse declarado como tales? Yo me habría defendido.

3. Me da que en este asunto nadie quería que se celebrara el juicio, porque la Fiscalía de Medio Ambiente es la que más poder tiene en España. Le tienen miedo. Yo, que no creo en la justicia divina, así que creo mucho menos en la justicia de los hombres, no entiendo este acuerdo. Y como no lo entiendo, lo digo. A mí me parece que Antonio Plasencia es una persona decente que no merece este calvario -y otros- al que lo están sometiendo. A los demás no los conozco.