el charco hondo

Delirio

El niño que Jesús Carrasco nos muestra en Intemperie se quedó dormido. En su delirio, rendido a la insolación, el horizonte se desdibuja, los matices se pierden y, como está pasándole al bipartidismo, una lija de babas le rasca la piel herida, hace por abrir los ojos pero los párpados de la gobernabilidad no se mueven. Quienes se sientan dentro del cráneo del sistema le buscan alternativas, pero no aparecen. Las crisis económicas dan y quitan mayorías absolutas, dejando al partido del Gobierno en precario cuando éste peca de absolutismo. La crisis institucional que ha oxidado todos los escalones del Estado (excesos, corrupción o soberbia, entre otras bacterias) va más allá, encerrando a los actores más visibles -populares y socialistas- en un laberinto cerrado, al sol, allí donde los párpados de la gobernabilidad no se levantan y las matemáticas parlamentarias son la lija de babas que rasca la piel herida. Con este Parlamento no se puede gobernar España. Otro país puede, pero no éste. La investidura de Rajoy no resuelve el problema de fondo, porque en unos meses la ingobernabilidad forzaría igualmente la convocatoria de elecciones anticipadas en las que (se celebren en primavera u otoño) el PP recuperará tantos escaños como pierda Ciudadanos. En el margen izquierdo del río, el callejón de Sánchez no tiene salida (si Rajoy es investido, muere; si hay anticipadas, también), y el de Rajoy posiblemente tampoco (si es investido, muere de ingobernabilidad; y si hay anticipadas, ¿está en condiciones de repetir como candidato?). La mejor jugada de los socialistas pasa por permitir la investidura de Rajoy, secándolo a fuego lento durante tantos meses como necesiten para sustituir a Sánchez y enfriar el efecto Podemos y, entonces sí, forzar la caída del Gobierno y la convocatoria de elecciones con la esperanza, como pasó al niño de Intemperie, de que se active el mecanismo que abra los ojos de sus votantes de toda la vida.