Tribuna

Ella y Florence Du Cane

Las Islas Canarias han sido siempre objetivo preferido de los ingleses. Ya en 1585 Francis Drake recorría con sus naves las costas canarias en busca de botín, en especial los vinos de Tenerife. En 1797, el almirante Horacio Nelson posó sus ojos sobre la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, con la idea de desembarco y posterior conquista de la Isla, saliendo malparado de la gesta con la pérdida de un brazo. William Shakespeare y Walter Scott ponen en sus obras de teatro y novelas personajes que hablan de las excelencias y efluvios de los vinos de Tenerife. Así, la señora Quickly, en la obra Enrique IV, recuerda a uno de sus clientes que “había bebido vino de Tenerife”. Las papas que crecen en Canarias llevan nombres ingleses: Up to date, King Edward y Royal Kidney, familiarizadas con el nombre de autodate y kineguas. Por último, nos llegan ingleses en busca de sol que no encuentran en su país. La lista de contactos, conexiones entre las Islas Canarias y el Reino Unido sería interminable. A esta influencia no podía escapar la pintura. En Tenerife, en el Puerto de la Cruz, vivieron Alfred Dixton y Elizabeth Murray, que han dejado huella en la pintura canaria. Elizabeth, gran retratista de la alta sociedad tinerfeña de la época, fue romántica y meticulosa con su pincel. Dixton era pintor más testimonial y nos ha dejado una bella serie de dibujos acuarelados del traje típico de Tenerife, usado en los diferentes pueblos. Visitan las Islas Canarias, las hermanas Du Cane, Ella y Florence. Desde Inglaterra viajan a Tenerife y se establecen temporalmente en el Puerto de la Cruz, lugar de veraneo de gran fama en las Islas Británicas. Desde allí hacen visitas esporádicas al resto de las islas, para con la pluma, Florence, y con el pincel, Ella, tomar apuntes para su trabajo, una interesante Guía de las Islas Canarias (The Canary Islands, painted by Florence Du Cane), cuya primera edición aparece en Londres en 1911, publicada por la casa editorial A. C. Black LTD, Soho Square, de la ciudad del Támesis. Las hermanas Du Cane también escribieron y pintaron una hermosa Guía sobre Flores y Jardines de Madeira. Ella Du Cane sigue la tradición de los grandes acuarelistas ingleses: William Pars, Francis Town, John Robert Cozens, Turner, William Blake, Henry Fusell y muchos otros que han sido los verdaderos padres de la acuarela, tal y como hoy se la concibe. Línea romántica, de corta y colorista pincelada, con una extraordinaria técnica y meticulosidad atestiguan a Ella Du Can como una gran acuarelista. Las dieciséis láminas que ilustran la guía hablan de nuestro paisaje, patios canarios, El Teide, calle del Puerto de la Cruz, La Orotava, balcones, Realejo Alto, carreta con bueyes, etcétera. Son los temas elegidos por esta artista británica, que dan una visión bastante completa de lo que son nuestras islas.

La obra de Ella Du Cane tiene muchos puntos de contacto con la de algunos acuarelistas tinerfeños, muy especialmente con Francisco Bonnin y Diego Crosa (Crosita): buen dibujo y color compensado forman un todo romántico y armónico de acuerdo con los gustos de la época. Estos extremos pueden apreciarse, en las calle de La Orotava, de Ella Du Cane, y Realejo Alto, de Francisco Bonnin. Sin embargo, en la acuarela de este último las líneas están menos delimitadas, el agua abunda más y el color, a pesar de abarcar un buen abanico cromático, es más sobrio. Lo que es evidente es la influencia que la acuarela inglesa ejerció sobre la canaria. Se hizo más sobria con González Suárez y produjo una metamorfosis radical con Bruno Brandt. Ella Du Cane nos deja el testimonio plástico de los rincones más bellos que se ponían a su alcance. Captó todo el sentimiento que se puede encontrar en un patio canario, en la buganvilla que cabalga sobre los muros, en un almendro florido o en la carretera con un camión lleno de plátanos.

Homenaje literario y pictórico que las hermanas Du Cane hacen a las siete islas canarias.