El dardo

Empieza el baile

Se veía venir. Los últimos acontecimientos lo aconsejan y el PSOE, como es lógico, está por encima de su líder. No debe por tanto sorprender a nadie el intento de los barones socialistas, con el apoyo de sus presidentes autonómicos -salvo la titular del Gobierno balear-, de someter a Pedro Sánchez a estrecha vigilancia para que no se desmadre: cualquier acuerdo de Gobierno deberá ser avalado y ratificado por el comité federal, máximo órgano entre congresos. Ya no bastan los acuerdos, con claras líneas rojas, decididos el 28 de diciembre, porque se han incumplido, según opinan quienes se oponen a Sánchez.

La negativa del secretario general a entablar cualquier tipo de diálogo con el PP y la de Ciudadanos de no apoyar a Sánchez, menos aún si llega a pactos con Podemos, dejan al líder socialista con tan solo dos alternativas: o decide aliarse con Alberto Garzón (IU) y Pablo Iglesias a cualquier precio -respaldo incluido de algún grupo independentista- o no sacará adelante su investidura. En este supuesto deberá rectificar o irse a su casa para no propiciar la oportunidad que aguarda Rajoy y que posiblemente tendrá que apoyar el PSOE para dar salida al colapso que se avecina: la investidura del candidato del PP, tras la jugada maestra -y egoísta también, todo hay que decirlo- de su presidente. Luego pueden pasar varias cosas: una gran coalición a dos (PP-PSOE) o a tres (con C’s), un Ejecutivo PP-Ciudadanos o un Gobierno del PP en solitario, con o sin Rajoy y/o Sánchez, lo que es perfectamente posible si las cosas se complican. Pero siempre con una hoja de ruta pactada a tres bandas y detallada para que recoja iniciativas de ambas formaciones; tantas como sea posible, de modo -se comenta en las cercanías del PP- que se llegue a la redacción de unos nuevos Pactos de la Moncloa, que tanto sirvieron para sacar adelante la transición política y económica. Lo que los barones, los dirigente empresariales, los mercados y la Unión Europea no ven es el acceso de Podemos al poder. Consideran que sería la muerte del PSOE y, por supuesto, la condena del país a unas políticas de extrema izquierda a la griega, utópicas y fracasadas propias de regímenes intervencionistas y autoritarios. Por eso ha empezado el baile, aunque sólo se advierte el sonido de la música.