Análisis

Entre bambalinas

Todo se cuece entre bambalinas. Es lo que tiene la alta política: que los contactos se llevan a cabo discretamente, con la reserva propia de lo que está por venir. El público no percibe nada y de nada se entera, pero estamos -pese a las fechas vacacionales- en días de contactos, de intermediarios, casi de correveidiles en el caso de algunos grandes empresarios y dirigentes europeos quienes, en las actuales circunstancias que atraviesa el país, ven en la estabilidad política, la gobernabilidad y la coherencia programática el mejor escenario para garantizar el progreso económico y social de España.

La rumorología madrileña habla de tratos, sondeos, relaciones bajo la mesa entre gentes del PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos. Partidarios de una gran coalición, los populares habrían ofrecido ya datos concretos a socialistas y dirigentes de C’s para la formación de un Gobierno tripartito de gran coalición o un Ejecutivo a dos PP-PSOE con Albert Rivera de apoyo externo para asuntos tasados previamente. El PP estaría dispuesto a gobernar también en solitario y por un tiempo determinado, con acuerdos de alcance en las materias o asuntos que las partes consideren fundamentales.

Los argumentos en favor de una gran coalición son, en principio, irreprochables, como anticipé la pasada semana, ya que un ‘programa de mínimos’ no sería difícil de pactar y llevaría consigo nada menos que el respaldo de 253 diputados que lograron 16 millones largos de votos, el 65% del electorado nacional. Un Gobierno de este tipo estaría en condiciones de afrontar, con rigor y apoyo suficientes, el desafío de los independentistas catalanes (y de otros nacionalismos o de formaciones revolucionarias y radicales tipo CUP, Bildu o asimiladas a Podemos) y la necesidad de una puesta al día de las instituciones españolas mediante políticas concertadas.
Para los observadores, una gran coalición coincidiría en los grandes principios defendidos durante la campaña electoral por los tres partidos involucrados -unidad territorial del país, primacía de la ley, soberanía nacional, igualdad entre los españoles, independencia de los poderes, economía de mercado, lucha contra la corrupción, control de las cuentas públicas, aplicación (matizada en algunos puntos) de las políticas económicas de la UE, combate del terrorismo islamista, pacto por la educación, ley electoral etc.- y obtendría el respaldo inequívoco de la comunidad empresarial española, de los mercados financieros internacionales y de los socios europeos.
La alternativa de un pacto PP-Ciudadanos está completamente descartada. No interesa a ninguno de las dos formaciones y además llevaría a las gentes de Rivera a un futuro autodestructivo en su idea de reemplazar a los populares a medio plazo como primer partido del centro o centro derecha español. Su sentido del Estado les aconseja propiciar un pacto a tres, que sería la mejor solución para el país pero también para C’s ya que le permitiría consolidarse como partido responsable en momentos tan delicados que exigen respuestas para la gobernabilidad del país.

En definitiva, Ciudadanos facilitaría la investidura y estaría dispuesto a llegar a grandes pactos de Estado con PP y PSOE. Pero también existe una cuestión de forma en la que C’S coincide con el PSOE: todo tiene su momento e inicialmente quieren hacer ver al PP que Rajoy no cuenta con los respaldos suficientes para ser investido presidente, ni en la primera votación, que requiere mayoría absoluta (176 diputados), ni en la segunda (que sólo precisa mayoría simple). Quemado Rajoy, al rey le correspondería en tal caso mover ficha y proponer un nuevo candidato a la Presidencia del Gobierno tras la correspondiente ronda de contactos con los líderes políticos. Ese nombre se dice que estaría entre Soraya Sáenz de Santamaría, Alfonso Alonso y Alberto Núñez Feijóo. En otro caso -aunque parece más difícil que se haga antes de la tercera votación-, podría haber propuesta de candidato del PSOE, hoy por hoy Pedro Sánchez, sin la menor duda. Para esa eventualidad, en contra de las opiniones de los principales barones del partido e incluso de los propios dirigentes territoriales allí donde gobiernan con el apoyo de Podemos, Sánchez intenta la formación de una coalición de izquierdas con Podemos y Unidad Popular. El problema es que no salen las cuentas: 161 diputados no garantizan nada… salvo que Ciudadanos se abstenga en una segunda votación -hoy algo imposible- o se sumen votos independentistas. Los 27 diputados que forman parte de Compromís (Comunidad Valenciana), En Comú (Cataluña) y Las Mareas (Galicia), formaciones afines pero no integradas en la estructura partidaria de Podemos, son partidarios del derecho de autodeterminación y obviamente no van a votar con el partido de Pablo Iglesias la investidura de Sánchez. Este se la juega y algunos creen que es capaz de saltarse la línea roja que le ha marcado su propio partido al prohibirle su comité, “de manera tajante”, pactar con quienes defiendan “cualquier planteamiento que conduzca a romper con nuestro ordenamiento constitucional y que amenace así la convivencia lograda por los españoles durante estos últimos 37 años”.

Si el PSOE persiste en su idea de no apoyar a Rajoy ni al PP, la única salida posible tal y como se presenta el panorama sería el adelanto electoral. Claro que está por ver qué decide hoy, en su reunión madrileña, el Consejo Ciudadano de Podemos, máximo órgano de dirección entre asambleas, que se propone analizar los resultados de las pasadas elecciones y fijar su estrategia de negociación y pacto con el PSOE. Pero aunque los dirigentes modificaran por tercera o cuarta vez, en plan camaleónico, sus decisiones sobre los grandes asuntos nacionales -incluida la no celebración del referéndum de autodeterminación en Cataluña-, los barones y varios de los mandamases socialistas han expresado que ya no se fían de Pablo Iglesias, a quien consideran un oportunista político que lo único que busca es convertirse en líder de la oposición, para lo cual necesita fagocitar al PSOE o hacer que pierda credibilidad e influencia.

Por otro lado, en el PSOE continúan las luchas internas y, sobre todo, la frenética actividad del frente antiSánchez, nacido al amparo de la contundente derrota electoral del 20-D. Los socialistas madrileños depurados por el secretario general buscan la revancha, le acusan de cargarse el partido y de falta de autocrítica y solicitan su dimisión recordando al respecto las actitudes de Almunia y Rubalcaba, quienes abandonaron su cargo al frente de la secretaría general tras los varapalos electorales recibidos en marzo de 2000 y mayo de 2014, respectivamente.

No parece que, en estas condiciones de debilidad y contestación interna, con el sector crítico cada vez más enfurecido, el PSOE vaya a dejar en manos de un Sánchez herido, ambicioso y radical la suerte del socialismo democrático. Por eso algunos solicitan el adelanto del congreso que se justificaría no sólo para rearmar y centrar ideológicamente el partido -sumido en una severa crisis de identidad desde la etapa populista de Zapatero-, sino también para desplazar a Sánchez y sustituirlo por Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía, a quien consideran una figura idónea para lograr la cohesión interna y, en su caso, para competir mejor como candidata socialista en un eventual adelanto electoral.

Todo esto es lo que hoy centra el interés del PSOE, que no ve clara ninguna opción política de las que tiene delante quizás porque ninguna le beneficia directamente. Si malo es pactar con Podemos para ‘engordarle’, como ha ocurrido con las principales alcaldías pese a su desastrosa gestión, peor es, a juicio de algunos socialistas, apoyar o abstenerse con el PP o incluso forzar nuevas elecciones, ya que le pueden dañar mucho por su izquierda, sobre todo si IU se une a Podemos en una única candidatura. C’s está a la espera de que el panorama se aclare, pero con el firme propósito de no apoyar nada que beneficie a Podemos. En el PP existe un silencio sepulcral, seguramente impuesto desde las alturas para beneficiar a Rajoy, y en Podemos se está a verlas venir para tratar de sacar la mayor tajada posible según las circunstancias.

Quizás la decisión que adopte hoy la CUP sobre Artur Mas pueda ayudar al PSOE a clarificar su decisión. Porque si sigue en el cargo el presidente en funciones de la Generalitat, está claro que vendrán tiempos más duros que necesitarán consensos y apoyos inevitables para evitar la ruptura del país.