acabo de llegar

Garachico y don Alfonso XII

Causa admiración observar con qué respeto se dirigían nuestros abuelos a las autoridades nacionales desde los ayuntamientos respectivos. Un respeto que se convertía en afecto entrañable cuando la comunicación iba dirigida a los Reyes, a quienes se felicitaba cuando la ocasión era propicia, del mismo modo que se les hacía llegar el sentimiento más profundo cuando cualquier desgracia tenía su aposento en palacio.
Los que siguen pueden ser buenos ejemplos. En la sesión celebrada por el Ayuntamiento de Garachico el día 3 de febrero de 1878 se acordó remitir a la Casa Real un respetuoso escrito para dar a conocer a SS.MM. el júbilo del municipio por el matrimonio de don Alfonso XII. Bajo la presidencia de don Esteban de Ponte y Benítez de Lugo se acordó el modo en que habría de redactarse la comunicación. Y nació entonces un amplísimo documento, en el que se reflejaban sentimientos y deseos, con una redacción un tanto grandilocuente, como era la norma de la época.

Se felicitaba al monarca con encendidas frases de elogio, por haber contraído matrimonio con su prima, la infanta doña María de las Mercedes, “descendientes ambos de los Fernandos Terceros y de las Primeras Isabeles y de otros tantos esclarecidos Reyes, que tan donosos días de gloria y de ventura han dado a la querida Patria; todos esperamos entusiasmados de la egregia unión un alagüeño (sic) porvenir”.
Se finalizaba el escrito haciendo saber que el municipio quedaba rogando por la vida de los reyes, “que Dios conserve dilatados años”. También se acordó en la sesión que se cantase un solemne Te Deum en la parroquia de Santa Ana, principal del municipio, a las diez de la mañana del día 17 y al que asistirían todas las autoridades, a las que se invitaría con la debida antelación.
Ese día se colgarían cortinas en los edificios públicos y las casas se iluminarían en sus fachadas en las noches de los días 17, 18 y 19. Además, “a las dos de la tarde se repartirá a los pobres de la población una limosna de pan y vino y a los acogidos en el Hospital una abundante comida”.

Tantas muestras de júbilo darían paso, pocos meses después, a una situación de tristeza y luto. Las oraciones elevadas en su día al cielo no habían sido escuchadas, como podemos observar en las palabras que se redactaron para enviar al monarca: “El Ayuntamiento… poseído de profundísimo dolor con que recibiera la infausta nueva del fallecimiento de nuestra mal lograda (sic) y virtuosa reyna (q.e.p.d.), envía hoy respetuosamente a V. M. el pésame más sentido por tan dolorosa e irreparable desgracia”.

Ocurría lo de siempre: en solo seis meses se mostraba la cara y la cruz de la vida, que también se observa en las personas de la realeza, entre las que no todo es alegría y felicidad inmarchitables.

Enviar comunicaciones a Franco y al rey Alfonso XII parecerá a alguien un contrasentido. No lo hay. Cada momento de la vida exige un comportamiento. Y pueden, por lógica, ser compartidos o rechazados. Ocurrió ayer y seguirá ocurriendo mientras haya hombres sobre la Tierra. Por otra parte suele decirse, y no sabemos qué tendrá de cierto, que las coincidencias absolutas son sin duda, muy aburridas. Aunque, en ocasiones especiales, esas unanimidades sean muy necesarias. De todos modos, pienso que cada lector dará, durante esta lectura, su personal opinión. Seguro que tampoco habrá coincidencias.