tribuna

Garachico

Garachico, nuestro relicario isleño, con motivo de la entrada en el año 2016, consiguió ser una de las fiestas principales en esta Navidad. Las doce campanadas las vieron millones de canarios, y con Garachico tomamos las doce uvas. Excelentes los presentadores,tanto los de En Clave de Ja, como Pilar Rumeu. Alegraron la fiesta y recibimos gozosos el nuevo año.

Visitar Garachico es adentrarse en la historia canaria. Cualquier rincón, cualquier aledaño nos habla del pasado y de sus leyendas. Es un relicario en el acontecer de los tiempos. Fue tráfico de navegantes que surcaban sus costas en dirección a puertos americanos. Era paso obligado de truhanes, buscadores de fortunas y de artistas, algunos de ellos consiguieron quedarse, principalmente escultores y pintores. Un volcán lo destruyó, no dejaron casi piedra sobre piedra, las lavas llegaron hasta el Atlántico y formaron El Caletón.

De aquellas lavas petrificadas y de aquellas cenizas que cubrieron con pavor el reino guanche de Daute, nace una floreciente población. De nuevo un pueblo surge y crece para bien del arte y la cultura. La Isla Baja vuelve a su esplendor. El palacio de los Condes de La Gomera, la parroquia de Santa Ana, el castillo junto al mar, el convento de San Francisco, las ermitas desparramadas por doquier, entre ellas la de San Roque, junto al mar, las calles recoletas llenas de casonas con sus balconadas donde el más depurado estilo canario aflora. La madera en aquella época era el principal elemento de decoración. Los patios llenos de plantas y flores. El silencio monacal de sus calles, las aledañas al convento de clausura de las Madres Concepcionistas. Todo un espíritu de sosiego y descanso a la vez.

Pasear hoy por Garachico es aspirar las sales marinas, ver un mar fuerte y bravío, contemplar el roque que emerge frente a sus costas, un símbolo del pasado y del presente, coronado con su cruz, el castillo también lo recuerda junto al Caletón. Garachico es también el espíritu del campesino que se enfrenta con la tierra junto a las plataneras. También es poesía y arte, es leyenda e historia. Vive asomado al mar, a ese mar que impregna con su salinidad a todo el pueblo. Sus fuertes oleajes contra sus costas produce espectáculos inigualables. Casi perspectivas fantasmagóricas. La espuma blanca de sus olas simboliza un canto al creador por toda esa maravilla de la que fue su autor.
Garachico, ofrece hoy día ese tremendo balcón sobre el mar que es su túnel de entrada. El paseo junto a la orilla, el parque junto al Castillo, el jardín floral junto a la recoleta plaza donde se puede ver la antigua puerta de entrada al pueblo, antes de la erupción volcánica, y un viejo lagar, uno de esos artilugios que servía a los antepasados para pisar la uva después de la vendimia y destilar aquellos ricos caldos orgullo de la zona y de Tenerife, que se exportaban a América y norte de Europa. No olvidemos que el gran dramaturgo Shakespeare, en algunos de sus dramas, habla de las ricas malvasías de las Islas Canarias. Quién sabe si este lagar que con orgullo ornamenta a Garachico pudiera ser donde se produjeran aquellos vinos cantados en las obras shakesperianas. Junto a esta puerta y este lagar un entorno bien cuidado, todo un vergel con luz y color, circundado de arquitectura autóctona canaria.

Garachico ofrece además la cordialidad de sus habitantes, la limpieza de sus calles y plazas, el ornato de sus rincones como el de San Roquito, siempre lleno de flores, y sobre todo el aire puro y sano que llega desde el Teide con aromas de retamas a un pueblo regalado por la naturaleza en el corazón del viejo Daute.