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Impresentable

Mariano Rajoy Brey, presidente del PP y del Gobierno en funciones es impresentable. Quiero decir que no se puede presentar a la investidura ni a otras posibles elecciones. El DRAE dice que es impresentable “quien no se puede presentar en público por su aspecto”. Sin embargo, yo no tengo nada contra el aspecto del presidente, pero si contra la decencia política del PP que preside. Por tanto, no me sean mal pensados ni interpreten equivocadamente mis palabras. El señor Rajoy no puede acudir a la investidura ni presentarse otra vez a unos más que probables comicios legislativos, por cuanto es el máximo responsable de una organización política atravesada, de cabo a rabo, por la nefasta trazabilidad de una especie de bacteria que que corrompe y pudre casi todo lo que toca. Sabemos que el PP nos sorprende cada día, semana, mes y año, con nuevos casos de corrupción tan llamativos como repugnantes. Y un político así, no puede presidir un gobierno. Ni siquiera puede seguir al frente de un partido político democrático. Tiene que hacerse a un lado para dejar paso a rostros nuevos, a savia nueva que comience por limpiar, con lejía de la mayor potencia, la caca, es decir, la mierda que salpica al Partido Popular de norte a sur y de este a oeste. Así pues, cuando afirmo que es impresentable, me refiero a que es una completa equivocación que intente ser investido presidente o volver a postularse para presidir un gobierno de España. Los españoles de bien no podríamos soportarlo. Por ello afirmo que Mariano Rajoy es impresentable. Que no es lo mismo que afirmar que “es un impresentable”. Cuando aseguro, según mi opinión personal, que es impresentable, reitero que no me estoy refiriendo a su persona es términos vejatorios u ofensivos. Me limito a categorizarle como un gobernante que debería saber arrojar la toalla justo en el momento en que notables figuras de su organización política se ven involucradas en una vergonzosa cruzada contra la honradez y la decencia. Fuera de nuestras fronteras ya nos equiparan con Libia (¡ahí es nada!) cuando se calculan el alcance y consecuencias de la sangrante ladronicia que se está adueñando de las cajas de caudales que guardan nuestros erarios públicos. Una parte nada despreciable de los dirigentes del PP ha convertido su partido político en una organización mafiosa e indecente, impúdica y abyecta, en la que se ha impuesto una suerte de desenfreno, una loca carrera por desvalijar a los ciudadanos en beneficio propio. Cajas ‘b’, dineros negros, tarjetas black, presupuestos inflados, adjudicaciones desvergonzadas, no dejan al señor Rajoy ileso o indemne. Más bien mal parado, qué digo, herido de muerte políticamente hablando. Profundamente tocado por la criminal avaricia de una parte nada exigua del tejido de cuadros dirigentes e intermedios de la estructura del Partido Popular.

No soy quien para juzgar a Rajoy en otros terrenos más profesionales como resbaladizos. Carezco de los conocimientos y las competencias necesarias para señalarle con dedo acusador. Semejante trabajo corresponderá, quien sabe si algún día, a fiscales y jueces. Pero ése no es mi papel, ni mi responsabilidad, ni mi trabajo. No obstante, si fuera él, hace tiempo que habría cogido puerta, harto de tanta inmundicia. Pues se me pueden subir los colores por algo que haga yo. Pero nunca permitiría que los cachetes se me sonrojen por lo que puedan hacer mal quienes dependan de mí.

Y, por favor, que no vea el lector ningún interés personal en desprestigiar al presidente. El presidente ya se ha desprestigiado sobradamente él solito.

Lamentablemente -aunque por causas no iguales – don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, secretario general de los socialistas españoles, no brilla, precisamente, por su celebridad o por su prestigio.
Y, sin embargo, o ellos o el abismo.
Triste suerte la de España…