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¿Los justicieros de la Red?

anonymous

“El conocimiento es libre. Somos Anonymous. Somos legión. No perdonamos. No olvidamos. ¡Esperadnos!”. Así terminaba el primer vídeo de difusión que lanzó el grupo de activistas informáticos Anonymous contra la iglesia de la Cienciología, de la que es miembro ilustre el actor Tom Cruise. Las acciones, que comenzaron casi de forma aislada en la Red, tuvieron una enorme repercusión internacional en pocos días. La iglesia de la Cienciología había lanzado un vídeo de difusión interno donde aparecía el actor como una especie de muñeco maléfico lanzando risas estudiadas a diestro y siniestro. Los ciberactivistas lo hackearon rápidamente, siempre a la búsqueda de bromas y acontecimientos de los que poder burlarse en público, pero no contaron con la reacción de la iglesia, que, como ya es bien conocido, se comporta de forma mafiosa con los críticos, disidentes y cualquier persona -sea miembro o no de la iglesia- que ose levantar su voz contra ellos. Empezó entonces el fuego cruzado. Demandas, persecuciones, investigaciones, difusión por parte de los cienciólogos de información falsa sobre los activistas, etcétera. Pero los anonymous no se amedrentaron. Se creó un movimiento en la Red llamado Chanology con el solo objeto de atacar a la iglesia de la Cienciología y de tratar de evitar por todos los medios que el vídeo de Tom Cruise se retirase de Internet. Nos estamos remontando a 2008, Anonymous entonces no era más que un grupo de personajes aislados (muchos de ellos muy jóvenes o incluso adolescentes, hombres y mujeres) que actuaban por diversión y sin ningún principio moral o político. Pero las cosas empezaron a cambiar. Cuanto más se adentraban en las entrañas de la iglesia, más saltaban a la vista los comportamientos de gángster de que hacían gala sus jerarcas. Los anonymous comenzaron entonces a tomarse de otra manera sus acciones. Y a ser conscientes de su poder.

La máscara de Guy Fawkes

Y así, por primera vez, midieron sus fuerzas. A través de sus redes el grupo convocó el 10 de febrero de 2008 (coincidiendo con el cumpleaños de Lisa McPherson, una de las víctimas de la iglesia) una manifestación frente a las sedes de la Cienciología de cada ciudad importante del mundo. Denunciaban prácticas inmorales e ilegales practicadas por la iglesia y reivindicaban el derecho a la libre información. El resultado fue abrumador. Esperaban la asistencia de una decena de personas si acaso, pero el número de participantes fue de entre 200 a 600 en cada ciudad. La consigna era llevar máscara, no necesariamente la de Guy Fawkes, pero allí estaban casi todos, con la eterna sonrisa sarcástica del activista inglés del siglo XVII que inmortalizó la película V de Vendetta. El resto, más o menos, es conocido. Las manifestaciones de Anonymous por diversas causas son ya un fenómeno al que estamos habituados. El uso de la máscara se ha extendido como un símbolo de libertad que es totalmente opuesto a la exacerbación de la identidad individual de la que hace gala Facebook, por ejemplo. Y por eso el campo de batalla de Anonymous no son precisamente las redes sociales. En los chats de las páginas donde los miembros del grupo solían encontrarse, como 4chan.org, cuando los participantes no se identificaban, el sistema les llamaba Anonymous por defecto. Muchos de los participantes empezaron a adoptar el nombre deliberadamente, creándose una especie de comunidad virtual de corte horizontal cuyos miembros no se conocen entre sí, viven en diferentes países y no tienen líderes claros. Lo que empezó siendo un grupo de gamberros que se ufanaban de quién difundía las bromas e imágenes más bizarras en la Red se ha transformado lentamente en otra cosa. Pero vayamos por partes.

La cosa se pone seria

En 2010 Twitter canceló la cuenta de Anonymous. En 2011, Facebook hizo lo propio con el perfil Operation Payback relacionado con Anonymous y en contra de PayPal y algunas entidades bancarias por no permitir realizar donaciones a Wikileaks (y también por no tener ningún reparo, por ejemplo, en servir como plataforma de pago para asociaciones neonazis). Los anonymous, que ya se habían reacomodado en su papel de justicieros después de su ofensiva contra la Cienciología, lo interpretaron como un ataque deliberado a su libertad de actuación y a su forma de pensar libertaria. Y, al mismo tiempo que YouTube borraba vídeos subidos por el colectivo, en 2011 también comenzaron las detenciones de la policía en diferentes países, incluso en España. Anonymous pasó de ser un grupo que generaba simpatías populares, algo así como los Robin Hood de Internet, a ser tratados como delincuentes, cuando no como “terroristas” por las autoridades. Pero un grupo sin organización y sin líderes (paradójicamente, su mayor fortaleza) es difícil de perseguir o de desmembrar. Las actividades de Anonymous se siguen sucediendo sin cesar. Una de las más recientes y más sonadas ha sido la declaración de guerra al ISIS o Estado Islámico. La primera de estas declaraciones de hostilidades se produjo inmediatamente después de los atentados a Charlie Hebdo. El ataque se llevó a cabo en forma de filtración, haciendo públicos los perfiles de 9.200 tuiteros afines o vinculados al grupo terrorista. Esta vez, después del último atentado en París, la amenaza se ha vuelto más seria. Anonymous ha lanzado el característico vídeo que usan para casi todos sus comunicados anunciando el mayor ciberataque a los yihadistas lanzado jamás.

“La guerra ha estallado, preparáos. El pueblo francés es más fuerte que nada”; se despiden dando el pésame a los familiares de las víctimas y afirman: “Somos Anonymous, somos legión. No perdonaremos, no olvidaremos. Esperadnos”. Además de la máscara, la voz que usan en sus comunicados está creada por un sintetizador de voz que se ha convertido en otra de sus señas de identidad. Pero no solo en la esfera pública Anonymous muestra su poder. Son conocidos sus ataques a pederastas o a aquellos que difunden abusos o humillaciones por Internet. El último caso tuvo lugar la semana pasada en México. Unos jóvenes vejaron a un mendigo y colgaron el vídeo en YouTube. La respuesta del colectivo fue inmediata y contundente. Le amenazaron con un ataque cibernético que incluía bloquear sus perfiles, tarjetas de crédito, cuentas bancarias, etcétera, si no se entregaba a la policía. El chico se entregó. Su familia pidió públicamente que los dejaran en paz, ya que el acoso de los demás internautas no se hizo esperar.

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Assange, Snowden, Manning

Los tres reveladores de secretos más buscados, perseguidos y criminalizados del mundo hacen equilibrios en la cuerda floja que cuelga entre dos mundos absolutamente opuestos: uno en el que son criminales o incluso terroristas, y otro en el que son adalides de la libertad, defensores acérrimos del derecho a la información y cruzados contra las mentiras de los gobiernos, empresas e entidades financieras. Snowden buscó asilo en Rusia, Assange vive exiliado en la embajada de Ecuador en Londres, de la que no puede sacar ni un pie, además de haber sido acusado en un caso muy dudoso de abuso sexual, y Manning recibió una condena ejemplarizante de 35 años de prisión, más alta que la de un asesino en serie. El poder no perdona. Pero si bien son casos muy distintos a los de los activistas de Anonymous, el espíritu es el mismo. Utilizar la Red como un espacio al alcance para que todos tengan acceso a la información, a lo que realmente sucede en los círculos de poder, donde se fragua el destino de los ciudadanos comunes y corrientes, donde se moldea el presente y el futuro de las generaciones. Así formulado dista mucho de parecerse siquiera a un delito leve. Pero el sistema reacciona de manera eficaz ante cualquier amenaza a su integridad. Las pruebas están ante nuestros ojos, y gente como Snowden, Assange y Manning han pagado y siguen pagando un precio demasiado alto por su atrevimiento. Los anonymous, por supuesto, ya no lo son tanto, al menos los que las autoridades han logrado identificar y atrapar. Pero su espíritu, por su propia naturaleza, es mucho más difícil de destruir o controlar. Algunos opinan que la verdadera esencia de Anonymous ha surgido de manera espontánea sin siquiera la ayuda activa (o la consciencia) de sus integrantes. En definitiva, que el todo es mucho más que la suma de sus partes. Algo así como una super-consciencia de Internet que existe incluso por encima de sus activistas. La idea, propuesta por un periodista del Baltimore City Paper, un periódico independiente, no es descabellada. Internet no es un medio suficientemente estudiado aún. Su análisis está condenado eternamente a ser insuficiente. Su propia vastedad, las mil y una formas de colarse en sus resquicios, la existencia de los hackers y el acceso cada vez más abierto de sus fronteras (las formas de burlar sus cada vez más numerosos intentos de control crecen a una velocidad vertiginosa), lo hacen el nuevo bastión de un concepto tan resbaladizo como la libertad, a pesar de todo. El objeto de deseo por excelencia de los que quieren controlar el poder y de los que quieren burlarlo. Anonymous tiene razón: el conocimiento es libre y ellos mismos son una metáfora o un resumen del espíritu de la Red: un universo sin el cual ya no sabríamos vivir, que nosotros mismos construimos día a día y que determinará nuestro futuro como especie, seamos o no conscientes de ello.