avisos políticos

Pactos a izquierda y derecha

Los antiguos dirigentes del socialismo, que hicieron la Transición y desde la responsabilidad histórica y el sentido de Estado pactaron todo lo pactable, incluyendo la monarquía, la bandera y la Constitución, para conseguir traernos la democracia, están abogando en medios de comunicación nacionales y canarios por un pacto con el Partido Popular y Ciudadanos para superar la confusa -y delicada- situación política española que han provocado las urnas. A esta pretensión se oponen desde algunas filas socialistas dos argumentos que nos parecen muy endebles y un tercero de mayor peso. El primer argumento acepta la necesidad de ese pacto, pero cree que es preciso respetar los tiempos de la investidura, dejar pasar las semanas y los trámites preceptivos, a fin de que los votantes socialistas, sus líderes y el conjunto de la sociedad española asuman la situación, y acepten finalmente el pacto anunciado. Los fundamentos de esta posición son muy débiles. Por el contrario, creemos que son los líderes socialistas los que deben dar de nuevo un ejemplo de responsabilidad histórica y de sentido de Estado a sus votantes y a todos los ciudadanos, y aprobar en el Comité Federal un acuerdo o programa de mínimos, un punto de encuentro entre los programas de los tres partidos constitucionalistas e intrasistema, que asegure lo más importante ahora mismo, incluso por encima del problema catalán: la continuación del proceso de recuperación de la economía española y de superación de la crisis. Todo ha de estar subordinado a ese objetivo superior que asegura nuestro futuro.

El segundo argumento se apoya en los votantes socialistas y afirma falazmente que pactar con los populares traicionaría el mandato de sus electores, porque las candidaturas socialistas se presentaron al juicio de las urnas precisamente como alternativa al Partido Popular y a Rajoy, y para desalojarlos del poder. Habría que aclarar a los defensores de este argumento, en primer lugar, que su mandato electoral principal no es el de los votantes socialistas, sino el del conjunto del pueblo español, del que emanan los poderes del Estado según la Constitución y al cual se deben todas las fuerzas políticas. Y el pueblo español ha dejado al PSOE en segundo lugar, detrás del Partido Popular y de Rajoy, y a trescientos mil votos de Podemos; le ha sustraído un millón y medio de votos y 21 escaños; y, por último, le ha dicho con claridad que no lo quiere gobernando. Pero, en segundo lugar, los votantes socialistas lo que le han dicho a su partido es que gobierne si puede, y si no, que facilite la gobernación de este país. Porque si el argumento de los votantes socialistas fuera válido, eso significaría que ningún partido podría pactar nunca nada con otra fuerza política ni aquí ni en ninguna democracia, y que no existirían ni los pactos de Legislatura ni los Gobiernos de coalición, que resulta que sí existen.

El tercero de los argumentos tiene mayor enjundia, aunque, a pesar de ello, puede ser combatido con éxito. Se basa en la radical discrepancia, en la supuestamente invencible oposición entre los programas y las propuestas electorales de populares y socialistas. Por citar un caso, Pedro Sánchez ha prometido derogar la reforma laboral si llega al poder y Rajoy ha anunciado su continuación en la misma línea, por considerarla uno de los pilares fundamentales de la creación de empleo y de la recuperación de la economía española. Y Ciudadanos tiene también mucho que decir al respecto.

Todo esto es verdad. Pero no es menos verdad que, como señalábamos antes, siempre será posible conseguir llegar a un acuerdo o programa de mínimos, un punto de encuentro entre los programas de los tres partidos constitucionalistas e intrasistema beneficioso para la sociedad española. Y al servicio de ese objetivo deberían estar trabajando ya los tres partidos. De cualquier manera, el hipotético Gobierno de los populares salido de ese pacto sería un Gobierno en minoría e inestable, que tendría que pactar trabajosamente con la oposición mayoritaria cada iniciativa y cada medida legislativa que pretendiera dar contenido al programa de mínimos acordado. En esas condiciones, la Legislatura sería la más corta de la democracia y los españoles tendríamos que volver muy en breve a las urnas. La duración de la Legislatura formaría parte del pacto, y podría ser la mitad, un par de años. Así, en enero de 2018 la coyuntura económica estaría mucho más clara y habría remontado definitivamente; lo que tenga que pasar en Cataluña ya habrá pasado; los populares y los socialistas se habrán renovado internamente y, a la vista de lo sucedido, los ciudadanos españoles tendremos más elementos de juicio que nos ayuden a votar con un poco más de tino.

Hasta aquí la teoría de los pactos que, desde la responsabilidad y la democracia, pueden solventar la difícil situación postelectoral en que nos encontramos. Por desgracia, no estamos seguros de que todos los partidos implicados estén a la altura de lo que esta situación requiere. El miércoles próximo, en la constitución del Congreso y elección de su Mesa -presidente, vicepresidentes y secretarios- tendremos una primera muestra de lo que nos espera. El candidato socialista parece que será Patxi López, apoyado por izquierdas varias y marginando a los mayoritarios populares. Podría ser el principio del fin de muchas cosas.