después del paréntesis

Pactos

La solvencia democrática y la cordura política de un partido llamado PP está por las nubes. Con la ayuda inestimable del gran bastión de la novedad en España que se llama Ciudadanos. Así es que, si se recuerda la historia, el dicho PP fraguó su estrategia de gobierno en cuatro años con la argucia de que el señor Rodríguez Zapatero no solo era tardo en labores y un estadista a separar de las páginas de la historia patria sino muy malo y a sustituir, porque economía por los suelos y país digno de intervenir. Luego, ahora sí, el magno don Mariano Rajoy lo sustituyó y aquí gloria, como doña Angela Merkel proclama. La acción del PSOE en la oposición fue repudiada. Por eso decretos leyes y más decretos leyes, unilateralidad ideológica (en tanto el sistema financiero y las grandes empresas son su referente) y tirar al cubo de la basura uno de los fundamentos del gobierno: el consenso. Y en acciones lo merecía, como la reforma del estatuto de los trabajadores, la sanidad, la educación, la justicia (con leyes alucinantes, como la mordaza o la de enjuiciamiento…) El PSOE no cabía, y en su enhiesta cumbre tampoco los otros. Solos en el parlamento con su ingente mayoría absoluta. Pero hete aquí que los panoramas cambian. Bien es verdad que ganaron (con sesenta diputados menos); otra cosa es gobernar. Porque para gobernar ahora es necesario los acuerdos de mayoría que entonces liquidó. Y aquí si cabe la responsabilidad patria del PSOE, magnánima y excepcional… Porque solo la estabilidad puede andamiar los manejos procaces del futuro; PSOE y Podemos no. Es la derecha, nada más que la derecha, la que diagrama semejante disposición. Lo que se sentencia es que sin el PP no habrá uvas en la próxima fiesta de fin de año. Por eso se arriman como un clavo ardiendo al feudo que supusieron productivo: Ciudadanos. Aunque no cabe la suma, por el magno fracaso de los unos y de los otros. De los setenta que pretendía, cuarenta. Por la conciencia del voto. Ciudadanos era la reconversión de la ímproba derecha de Rajoy. Pero se comprendió lo que eran y son en el final de la campaña: tanto o más conservadores que su allegado, y eso no es cambio. Centralismo mayor, posiciones económicas raras, otros pormenores ciudadanos (el de la lucha contra el machismo asesino) y el más de lo más: mejor un gobierno malo que uno peor, esto es, PSOE-Podemos.

Con ello dos instancias: la avería de Ciudadanos y gobierno de derechas que se resiste. Digamos que en Holanda, por ejemplo, el asunto estaría resuelto desde el mismo día del recuento. Las opciones de cambio ganaron. El gobierno tiene un nombre con acuerdos bien logrados: PSOE, Podemos y Ciudadanos. Imposible; la derecha no pacta con la izquierda.

¿Qué queda? Si el lamentable espectáculo de las varonesas y varones socialdemócratas no anduviera por la senda en la que anda, en dos semanas: PSOE-Podemos con el apoyo incondicional de los nacionalistas vascos y catalanes. Gobierno estable, aunque no se crea. Eso es lo que los ciudadanos propusieron, tardos PP y Ciudadanos. ¿Lo lograremos? La demagogia y los miedos de los dichos PP y Ciudadanos (que, claro, también aboga por la responsabilidad del PSOE) acaso pongan en la picota esa opción por el bien de España y de Europa. ¿Lo aceptaremos?