Tribuna villera

Por el mar de Humboldt

Vinieron los reyes magos y me trajeron de Gran Canaria un libro de envergadura. Se titulaba Por el mar de Cortés, estaba escrito por el Nobel de Literatura John Steinbeck, y trataba del memorable encuentro con el golfo de California en 1940. Se le notaba el amor por el mar, por el océano Pacífico que tanta belleza acumula por el lado de las Américas. Para una persona que ha nacido en una de las islas volcánicas del Atlántico norte, con el Teide de centinela, le llamó la atención la primera vez que alcanzó ver el agua del Pacífico. Me acordé de Colón y su viaje histórico de 1492; más tarde de Alejandro de Humboldt cuando se fue para las Américas en 1799, al Caribe y al Pacífico, después de conocer Tenerife en 1799, y descubrir en Perú el guano y El Niño; asimismo de Charles Darwin, cuando en enero de 1832 no pudo atracar con el Beagle en la isla del Teide, por culpa de una epidemia de cólera, y siguió la ruta de Humboldt pero pasando por el sur de las Américas para doblar Magallanes y alcanzar las islas de Galápagos en el ecuador terrenal. No pude olvidarme de la expedición española del siglo XIX (1862 y 1866), organizada por el ministerio de Fomento, en la que participaron algunos naturalistas acompañando una escuadrilla naval que organizó el gobierno liberal del general O’Donnell, para viajar a tierras americanas a bordo de la fragata Revolución y Triunfo. Se convirtió en la principal expedición científica ultramarina de la España isabelina. Uno de los aspectos más innovadores fue el de la fotografía y el trabajo acumulado por Rafael Castro y Ordóñez, responsable fotográfico del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Marcaron un referente en el mundo de la literatura como años antes hiciera en Inglaterra el famoso Darwin cuando incorporó fotos a sus textos editoriales. En noviembre de 2015, dos hispanos singulares, el peruano Manuel Méndez y el canario Isidoro Sánchez, volaron en avión desde Madrid a Lima en 12 horas, atravesando el Atlántico y las tierras de Guayana y Brasil, cruzando el ecuador terráqueo, hasta alcanzar Perú en el cono sur. Partieron con la Expedición Garoé desde El Hierro, la isla canaria que conoció el árbol sagrado de los bimbaches y patriarca de la lluvia horizontal, el Garoé, para luego seguir por los montes de Aguamansa, en Tenerife, en el valle de Taoro, al pie del volcán Teide donde se alumbran aguas subterráneas en nacientes y galerías. Les atrajo el agua americana, en particular El mar de Humboldt, el Pacífico, y por ello fueron Tras la huella del agua en Perú. Es que Fonteide cumplía 20 años y hacían falta fotografías del mundo hídrico del imperio de los incas para celebrarlos.