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¿Quién es el profesor Flobster?

1. El profesor David Flobster, premio Nobel de una disciplina relacionada con las matemáticas, sólo existió -o al menos eso creo- en un sueño que tuve en El Algarve. Como los sueños no se recuerdan al día siguiente, por consejo de mi amiga la periodista Ana de Juan salté de la cama -ella se hallaba en Buenos Aires, quede claro- y anoté el nombre del protagonista. Conseguí, en mi delirio nocturno, que el profesor Flobster, que es más huidizo que Paco Umbral, paz descanse, acudiera en su viejo y polvoriento Jaguar, en compañía de su esposa, a la que me camelé, a un importante congreso matemático celebrado en Portugal, en fecha no definida. Pero no sólo esto. El profesor me facilitó una fórmula que iba a revolucionar el mundo de las ciencias exactas y quizá de la medicina, no sé bien. Yo sólo anoté el nombre, porque estaba muy dormido, para al día siguiente poder tirar del ovillo a partir de ese personaje: David Flobster.

2. Cuál no sería mi sorpresa que cuando me levanté, junto al nombre de Flobster, escrito a bolígrafo, con mi letra, en un folleto del hotel donde me alojaba en El Algarve, había una serie de anotaciones hechas con pluma; eran signos matemáticos que yo no entiendo y que guardé en un sobre, con membrete del Epic Sana, y lo deposité en un cajón de la mesilla de noche, con la intención de que algún amigo matemático, por ejemplo Ricardo Peytaví, lo descifrara convenientemente. Yo no llevaba pluma en mi maletín, luego esas anotaciones no las pude hacer yo, sino alguien que estuvo en mi cuarto esa noche. Por ejemplo, Flobster.

3. Y lo más inaudito. Cuando dejé el hotel y fui a recoger el sobre depositado en mi mesa de noche, efectivamente estaba allí, pero vacío. Había desaparecido el nombre de Flobster, que tuve la precaución de anotar también en mi dietario, y la fórmula matemática, que he perdido para siempre. El congreso se celebró y los congresistas me colmaron de elogios por haber logrado la presencia del matrimonio Flobster, que fue agasajado. Pero cuando volví a la realidad en la que creo que vivo, alguien se había llevado la fórmula de algo mágico, de algo que parecía muy lógico y a lo que nadie ha podido acceder. Otra vez, el sueño me ganó la batalla.