cultura

Romería de La Cruz de Lajita (II)

María Delia Escobar Luis

La Cruz de La Lajita no se trata de un elemento aislado, circundada a ella encontramos numerosos elementos religiosos vinculados a este símbolo, un ejemplo de tantas otras es la cruz más próxima y de gran devoción para los florideros, la cruz de tea. Cada una de las cruces que adornan esta zona del monte de la Orotava colindante al de Santa Úrsula tiene un fundamento. Algunas motivadas por que se precipitó alguien al vacío, otras por que se suicidaron, la desaparición de algún niño, algún milagro etc. Todo este entramado de acontecimientos y de desdichas engendran un lugar rodeado de misticismo, quimeras y leyendas recordadas por las fuentes orales con gran cautela y recelo.
Quizás entre las historias más recientes por muchos asiduos al lugar encontramos las que carecen de explicación lógica asociadas a fenómenos paranormales. Como por ejemplo, nos relataba una de las fuentes consultadas como en una ocasión escucharon un gran estruendo en el monte, como si de un huracán se tratara que se desplazaba a toda velocidad hacia ellos, sin embargo cuando ya sintieron que casi estaba junto a ellos, de golpe desapareció todo el estrépito como si nada hubiese ocurrido, sin dejar rastro de árbol caído en las proximidades.
Otro de los testimonios recogidos y que hace referencia a la propia cruz y festividad que nos atañe en este artículo. Se centra en los primeros años de la celebración cuando un grupo de vecinos se disponían a iniciar el jolgorio comenzaron a lanzar los voladores descubriendo que ninguno explotaba. Malgastando toda la metralla y ya con el último lanzamiento, asciende el volador hacia el cielo volviendo a caer hacia la tierra sin explotar. Sorprendentemente justo llegando al suelo, uno de los vecinos se arrodilla junto a la cruz y cae con gran detonación el único volador justo al lado, entre la cruz y el arrodillado, quedando todos los presentes perplejos al confesar tras el percance el devoto su arrepentimiento por haber robado una lata de aceite para la fiesta esa misma mañana.
Finalmente, recogimos el testimonio de tres vecinos que andaban por la zona tras un día de trabajo y de gran quietud cuando observaron atónitos como el sombrero de paja de uno de ellos se elevaba sobre su cabeza y comenzaba a bailar de forma misteriosa en el aire durante un buen rato, desplazándose de un lugar a otro cual saltarín en una pista de baile. A día de hoy y según palabras textuales: “El que le busque explicación que venga y me lo diga”.

Toda fiesta tiene su inicio; algunas son nacidas desde la multitud asociada y otras nacen de la inquietud individual pero lo trascendente de todo ello es la continuidad temporal a la que se suma el aumento de seguidores. Ambos pilares convierten a lo que puede ser en su inicio una práctica popular en una fiesta consumada.

La romería de La Cruz de La Lajita nace de la modestia más absoluta. Partimos de los años 1915-1920, ya instalado el símbolo en dicho espacio, muchos vecinos y vecinas de La Florida transitaban a lo largo del año por la zona, ascendiendo por los agrestes caminos y senderos que conectaban los núcleos habitables con la cumbre como el Lomo La Peña o por El Lomo Cho Patricio, Lomo Don Fernando siguiendo los más atrevidos el camino por el Lomo La Araña. Asiduos del lugar, paraban junto a la cruz para hacer un pequeño descanso, contemplar las espectaculares vistas del valle y por que no, rezar a modo de agradecimiento por la apacible jornada. Nos referimos principalmente a los cazadores, cabreros, recolectoras de cisco y otros materiales vegetales, arrieros que iban de un lugar a otro transportando la carga.
Algunos de estos transeúntes iniciaron la costumbre de desplazarse el día de la cruz hasta éste punto de encuentro. Con un ramo de flores y algo de comida a la espalda, ascendían con las primeras luces del alba para realizar la ofrenda. Una vez enramada la cruz, disfrutaban el día en los aledaños acompañados de un buen convite, una afable conversación y en alguna ocasión el arranque de un timple o una guitarra que alegraban la jornada.

Las primeras décadas la dádiva fue instaurada de forma aislada por un grupo de vecinos de La Florida llegando incluso algunos años a realizarla un sólo vecino, en solitario, con flores y voladores cargados a la espalda, un trozo de pescado y algunas papas para turrar quiso que la cruz no quedara sin adornar. Sin embargo, con el transcurso de los años cada vez la ofrenda fue captando más adeptos, incorporando en la década de los 70 la participación de las mujeres pues hasta la fecha se encontraban excluidas del festejo. Incrementando el número de asistentes la ofrenda fue evolucionando hasta convertirse en la fiesta o romería de La Lajita, superándose todas las previsiones, llegó a albergar la asistencia de unas dos mil personas.
*Ingeniera técnico agrícola