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Simplemente felicidad

Hace unos días, mientras saboreaba una de estas tardes soleadas de este inusual invierno, charlaba con un buen amigo sobre la cantidad de esfuerzos que había realizado en su vida para “conseguir vivir tranquilo…”, me decía. “Ha sido duro renunciar a tantos momentos…”, articulaba con la dificultad propia de la emoción, “con la familia y amigos”. Vivimos en una sociedad que potencia modelos altamente competitivos, donde las ganas por conseguir ese éxito ansiado que te sitúa en esa zona de tranquilidad económica generan un gran desgaste personal y familiar. Se trata de dedicar muchas horas a, como decimos ahora, reinventarnos constantemente.

Es curioso ver cómo cada vez nuestros modelos sociales se desapegan en mayor medida de aquellos para los que han sido pensados: usted y yo. Las personas buscamos algo simple, queremos ser más felices en la vida, pero en muchas ocasiones pensamos que tiene que ir muy unido a elementos tan mágicos como ganar la lotería o poder conseguir el éxito. Es, según nuestra óptica, la única manera por la que se reconocen nuestros esfuerzos. Sin embargo, nuestra felicidad se conforma de pequeñas acciones pero cargadas de una repercusión altamente eficaz. Algunas de ellas, incluso, son elementos que el transcurrir de la cultura y nuestra sociedad relegaron a un segundo plano. Aquí hablamos por ejemplo de la gratitud, es decir, agradecer a las personas que han sido relevantes en tu vida o que te han ayudado.

Recuerdo que mi abuelo me comentaba que a las personas se las reconocía por su forma de ser y de hacer las cosas y que por esa razón era importante el ayudar a los demás. En la actualidad los estudios demuestran que un acto de bondad al azar a otra persona genera altísimos niveles de felicidad. No implica ir al otro lado del mundo y abanderarse por una causa determinada. Se trata de centrarte en tu entorno próximo y modificarlo, convirtiéndote en donante de bienestar.

Otra de esas acciones simples que embellecen nuestra vida pasa por ser consciente de que tu vida es buena y merece la pena ser vivida. Para ello, en ocasiones basta con que prestes atención a esas cosas positivas que te hacen feliz, es decir, buscar estrategias que te recuerden lo afortunado que eres de experimentar buenos momentos y que estos no queden en el olvido.

Buscamos intensamente la felicidad en grandes momentos sobrevalorados, en libros o nos abandonamos a gurús del éxito, cuando realmente tu felicidad está ahí, delante ti, esperándote.

*PSICÓLOGO Y MIEMBRO DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSICOLOGÍA POSITIVA