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Tarek Ode

Confluyen en él todas las cualidades que habilitan a un creador para acometer, con talento, riesgo y garantía, su aventura personal, libre de influjos y ataduras coyunturales. En principio, casi en la niñez, fue capaz de fabricar su primera cámara -la caja oscura de los prodigios- y, desde entonces, de rastrear paso a paso el ancho mundo para construir el propio. En Espacio Abierto -Callao de Lima, 29- Tarek Ode propone un recorrido que emprendió con los ojos y los objetivos abiertos y que exige, para conocerlo y disfrutarlo, el comportamiento similar de los espectadores. Se suceden, como en la historia general de las artes, las estancias en la pureza, la sencillez estricta -las naturalezas vírgenes y las expresiones directas- en los hitos juveniles de Canarias, España y Portugal; la expresión grave y emotiva de otra Nueva York, más allá de las convenciones y en interesante parentesco con el magnífico paisajismo decimonónico y, especialmente con los pintores que hallaron en la cotidianidad sin nombre, un vehículo sentimental al margen de la patriótica grandilocuencia y, en asombrosa sucesión de asuntos, encuadres y procedimientos, geografías diversas, circunstancias sociales y culturales con estilos significados, monumentos, elementos y actitudes que, como a nuestro artista, fascinaron a las vanguardias europeas que apuntaron hacia nortes más sutiles que el marcado por la brújula. Bajo el epígrafe de Tiempos Infinitos, avanzamos por su biografía a través de un ambicioso balance de composiciones que saltan del paisaje genesíaco a la mística abstracción, de los clásicos equilibrios a las espontáneas rupturas de las reglas, del tótem religioso o económico, que califica a un territorio y una civilización, a la humilde y comprensible seña arquitectónica de cualquier lugar. Con variados soportes y sugestivos y contrapuestos sistemas de estampación -frutos de su estudio riguroso de los procedimientos y su pulsión empírica- nos lleva en volandas por París y Venecia, Europa y América, Namibia y Sri Lanka, la cumbre y la costa, el valle y el río, el desierto y la umbría, el campo y la ciudad, la materia y el símbolo, la realidad y la imagen, nos refrescan el eterno debate de los hombres y los pueblos sobre su origen y destino y la esperanza transmitida de localizar los sueños en el futuro.

Frente a los inventarios que cierran actos y tiempos, Tarek que anda en otras latitudes del máximo interés, tiene la posibilidad y la obligación de no renunciar ni abandonar logros que, sin condicionantes de modas, mantienen la plena vigencia de la inspiración, la eficacia de la comunicación y la exquisitez de la factura.