Domingo cristiano

Tetas fuera

Mira que me había prometido no darle más rosca al tema. Pues nada, es sentarme ante el ordenador y venirme a la cabeza esta idea: que quien necesita convertir lo que ya es verdaderamente grande en algo extraordinario, es que no ha caído en la cuenta de la hondura del momento que vive. Abandono el lenguaje críptico. La primera sesión en el Congreso de esta incierta legislatura me ha recordado los primeros andares de Telecinco: un exuberante universo de luz y color aderezado invariablemente con cierta dosis de mamachichos. Un espectáculo a hora y a deshora.

Pues eso he visto en la Carrera de San Jerónimo. Que si quedamos para ir al curro parlamentario en pandilla y en bici. Que si traemos con nosotros una charanga. Que si yo he sido siempre de rastas y de suéter desaliñado. Que si pásame al niño que a mí todavía no me han hecho la foto con él. Que si he aquí la teta, presunto icono de la libertad de conciencia y de acción.

Pues eso. Les parecía poco el inicio de un nuevo periodo parlamentario y lo tiñeron de un color que parecía competir con lo único grande ese día: que en España disfrutamos de una democracia donde caben todos. Y con este jijí, jajá echaron el día. Lo que les decía al principio: que lo grande les parecía poco y quisieron disfrazarlo de extraordinario.

Un error muy de creyentes, la verdad. Hoy comienza el tiempo ordinario en la vida de la Iglesia con un evangelio que nos propone no caer en el error de sus señorías. Que no nos engañe la apariencia de normalidad de estos días, carentes de la ansiosa espera del Adviento o de la entrañable serenidad de la Navidad. El tiempo ordinario no es una ordinariez.

El valor de este periodo de calma celebrativa lo escenifica el episodio de aquella boda en Caná. Una más, en medio de tantas. Los mismos cantos, la misma acogida afectuosa, la cansina variedad de comida. Todo en una triste escala de grises… si no fuera por la presencia de Jesús, que lo hace todo nuevo. Él es la novedad siempre firme en la vida de la Iglesia y de los creyentes. Él da el tono a la sucesión de días y a la repetición de tareas. Por él somos quienes somos. Y a él lo estrenamos cada mañana.

No necesitamos charanga ni tetas al aire para convertir en extraordinario lo que ya es importante. Jesús es un acontecimiento, una experiencia sin fecha de caducidad. Es por eso que se necesita una cierta dosis de hondura, cultivar el silencio y la contemplación, aprender a leer el paso de Dios en el dolor y la alegría de los hermanos… Consistencia es la palabra. Cuando hay consistencia no se necesita montar el espectáculo para tener experiencia. Y ahí lo dejo.

@karmelojph