cuadernos de áfrica

De Zimbabwe a Arona – Por Rafael Muñoz Abad

Cuando el viejo león británico recibe un revolcón gusta de aplicar una buena dosis de flema british y mirar para otro lado con objeto de emborronar el episodio. Ian Smith y su declaración unilateral de independencia del Imperio británico, sacando la colonia de la Commonwealth y fundando Rhodesia, es una de las ‘mejores` cuñas de madera propia que los ingleses han sufrido. Fair enough que diría un castizo de bombín. Después vendrían años de guerra contra las facciones ‘comunistas’. El país se convertiría en el actual Zimbabwe y, el denominado granero de África sería la ejemplificación de la corrupción y el culto a la megalomanía en la grosera cabezota de Bob Mugabe. Otro Amin o Mobutu.
La expropiación de granjas disparó el éxodo de blancos hacia Inglaterra, Norteamérica y Sudáfrica. La economía se desplomó, la hiperinflación parió billetes de cien trillones y el tío Bob inauguró la caza del granjero blanco.

Cómo y porqué los Barlow acabaron en el sur de Tenerife es un misterio que me costará una caja de Guinness pues Peter [aún] no me ha revelado el entresijo. Y es que su destino natural debió ser Inglaterra o un maizal del medio oeste estadounidense. Sé de algunos belgas, o pies negros, que huyendo del Congo por temor a que los negros se los ‘comieran’, terminaron regentando algún vetusto hotel o poseyendo una ingente casona en La Orotava. Curioso. El sueño del hombre blanco en África fue un coitus interruptus que o bien acabó en la Sudáfrica del apartheid y sus papeles para todos, o sólo dios sabe dónde y cómo.

Cuando entraron por la puerta de una gestoría en Los Cristianos, vestidos de caqui, calzando botas rhodies y una bolsa de deporte Dunlop estilo vintage llena de libras, imagino la cara del administrativo de turno. Ryan Barlow era un perchero de más de seis pies de altura tan ancho como la puerta de un establo, pelirrojo y con mirar de hurón. Los Barlow, que se hicieron con varios locales comerciales en los típicos bajos de bloques de apartamentos del sur, a ojos del mago de turno debieron de parecerle unos guiris más; y es que a ver quién le explicaba al taxista de La Camella que estos colorados venían de Africa… ¿Pero ahí abajo no había sólo negros?

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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