otras coordenadas

Agnóstico cristiano

Me confieso. Fuimos educados muchos de nosotros en épocas y colegios religiosos, es mi caso. Con las enseñanzas cristianas con las que nunca nos adoctrinaron, nos enseñaron con tolerancia y formación, para elegir en libertad. En mi caso me confieso agnóstico cristiano, entendiendo por lo primero que es incognoscible al entendimiento humano toda noción de lo absoluto, y a través de lo segundo, aprendimos el conjunto de valores que transporta toda religión en su expresión espiritual y el sentido de sus fines morales. No puedo por ello más que declararme opuesto al actual “relativismo moral”, cuyos valores rampantes se acomodan según la ocasión. El fenómeno religioso tiene por ello mayor importancia que la que le damos en la expresión mediática española. Señalar simplemente que a nivel mundial, en torno al 60% de la población se declara religiosa, el 25% como no religiosa y el 15% restante como atea convencida. En Europa y España estos números se sitúan en torno al 51, 26 y 23%, respectivamente, entre religiosos, no religiosos y ateos, por lo que mayoritariamente existe en las actuales sociedades un alto nivel de religiosidad. A valorar el fenómeno viene nuestro artículo de hoy.

Primera Reflexión: Estado y religión.
Todas las culturas tienen algún tipo de religión, de hecho se liga su aparición a la propia del género homo. El actual Estado-Nación se organiza bajo tres fórmulas, los estados ateos, los laicos-aconfesionales y los confesionales-teocráticos. Los ateos prohíben el ejercicio de cualquier culto en su estado. Las antiguas Albania, Rusia o la actual China, genéricamente “estados comunistas”, niegan la existencia de cualquier organización religiosa y los valores ligados a sus credos. Obviamente en ninguno de ellos desaparece el fenómeno, de hecho con los cambios de régimen aparece con más fuerza la religión, el caso ruso es paradigmático. En los estados laicos y aconfesionales, propios del conjunto de las democracias estables, existe una clara separación entre Iglesia y Estado. Manteniéndose éste como garante de la libertad de cultos. Y finalmente en los confesionales, que declara como oficial una religión, llevándose el modelo al extremo con los estados teocráticos del Islam, que prohíben otras religiones. España es un estado aconfesional, donde de manera singular se reconoce el papel social e histórico del catolicismo. Existe libertad de cultos y separación Iglesia -Estado.

Segunda reflexión: Los derechos religiosos individuales.
El respeto a la libertad de credos y su ejercicio positivo se produce sólo en los Estados “laicos y aconfesionales”. En los extremos, los estados ateos y teocráticos prohíben la libertad de credo y junto a ella limitan el resto de derechos. La libertad de credo, al trasladar al individuo el ejercicio de la religión y sus valores, se convierte de facto en enemigo del Estado. En las “teocráticas”, el mecanismo es diferente para análogo fin, se monopoliza por el estado la religión y sus valores, que se sustraen del ámbito personal. Cuando la religión y sus valores se democratizan, los Estados “ateos y teocráticos” se tambalean. Los regímenes dictatoriales y teocráticos, acaban siendo enemigos de la religión, porque no controlan sus sociedades.

Tercera reflexión: nuestra cultura religiosa.
2000 años de nuestra Historia ligados al cristianismo han dejado su pozo cultural. El calendario, las fiestas, los ciclos anuales, las artes, los ritos y costumbres han sido integrados por el cristianismo. Por ello es difícil entender la sociedad europea y por extensión la occidental sin el mismo. Hundido en la Edad Media, el cristianismo renace con el Renacimiento, sumando religión y ciencia y da otro salto con el luteranismo, cuando simplifica el papel de la institución religiosa. Siguiendo por ello el camino opuesto del Islam, que se inicia más tarde en el siglo VII y llega hasta hoy degradado en “teocracia”, gracias a la acción de su estructura religiosa, que recorta las libertades individuales.
Hoy nuestra cultura religiosa debe integrarse en sociedades aconfesionales, respetando la libertad de cultos de todos. El presente y viejo “anticlericalismo hispano” va dirigido a condicionar la religión, que actúa como soporte del ejercicio de las libertades individuales y sus valores. Por ello se le ataca, a los hechos me remito.

Última reflexión. La globalización y el Islam
Cuando creíamos haber matado la religión, ésta se rebela como motor de la historia, que ya no es ni la “supresión de las clases”, ni la llegada de la “sociedad liberal”. La frontera interior del mundo globalizado, se mueve en la actual Tercera Guerra Mundial, en el choque entre el cristianismo occidental y el último Islam. Al defendernos, incrementando la seguridad, reducimos la libertad de todos. Ecuación tan compleja como integrar a los islamistas al interno de nuestras sociedades. No reconocen el núcleo de los valores democráticos occidentales, trasladando a lo público sus valores religiosos, en conflicto con la separación de Iglesia y Estado. Por ello debemos defender con claridad aquello que nos hace libres. Nuestra religión nos ayuda. Sigo siendo agnóstico-cristiano, este puede ser también el carácter de un humilde cristiano sin fe. O sea.