reflexión

Agradecido – Por Juan Pedro Rivero

Te ponen una blusa verde, de esas que abrochan por donde tú no puedes abrocharla, y vuelves a darte cuenta del color de tus ojos. Y agradeces los gestos de educación y respeto como si fueran los últimos. Quería hacer acopio en estas hojas reflexivas del extraordinario trabajo, el buen hacer y profesionalidad del Servicio Digestivo del Hospital Nuestra Señora de Canderaria.

Porque es la vida la que nos lleva de reflexión en reflexión. Y la vida se ha enfermado. ¡Qué se le va a hacer! No es nada grave. Si es algo incómodo. Y ya pasó. Pero la incomodidad estuvo ceñida por la fiebre con la que realice la preparación a la prueba. Jamás había sentido esa sensación de sobrevolar mi propia realidad, de no tener una relación coherente con el tiempo y que una hora y media noche pese lo mismo… Ha sido increíble. Pero ya todo pasó.

De esta experiencia saco la importancia que tiene ser y estar agradecidos. Los médicos, los enfermeros, y demás personal, todos los que hacen lo que tienen que hacer. Para algunos, porque esto es así y, encima cobran por ello, no se merecen nuestro agradecimiento. Es su trabajo, sí; pero lo pueden hacer haciendo sentir como el único a quien van a examinar hoy, o como uno más en la cadena productiva de pruebas gastroscópicas. Hacer sentir al enfermo consciente de su padecer y aliviarle, aunque vaya en su sueldo, que no es así, merece mi más consciente gratitud.

Y a todo esto, uno se pone de pie en la fiesta de la Virgen de Candelaria. Madre y Señora de este pueblo canario que brega en estos mares atlánticos. Ella siempre ha sido puerta para el que necesita entrar en casa; refugio para quienes sienten que la tormenta es superior a sus fuerzas; ella es Madre, y decirle así, lo decimos todo. Como decía el otro sabio: “Nadie sabe lo que se pasa sino el que lo pasa, y su madre que lo padece también”.