EL CHARCO HONDO

Antifútbol

Se abusa de las variantes defensivas, renunciando al ataque y encerrándose en su área. Cuentan, quienes sí entienden de fútbol, que algunos equipos optan por los marcajes férreos, las faltas tácticas y una actitud cansinamente conservadora que ha merecido el calificativo de antifútbol porque, al igual que Mariano Rajoy, plantean los partidos con los jugadores echados atrás: lejos de proponer o construir jugadas, en vez de crear fútbol, se limitan a esperar el fallo del adversario. Si trasladamos esta filosofía del césped a la política, Rajoy es el principal exponente del antifútbol. El presidente en funciones se conforma con ganar jugando mal. Su jugada es no jugar y, atrincherado en su área, confiar en que las lesiones o alguna expulsión por tarjeta roja (líneas rojas, en este caso) le hagan el trabajo que él no está haciendo. Rajoy es el antilíder que se necesita para hacer del antifútbol un modo de operar en política, el único capaz de ceder a otros la iniciativa. Asume el creciente riesgo de que en las próximas semanas analistas, comisarios europeos, ciudadanos de a pie, banqueros, editorialistas, mercados y gobiernos metabolicen a Pedro Sánchez y, de la misma forma que el PP ha hecho con el PSOE estos cuarenta días, que al finalizar febrero ciudadanos de a pie, analistas, comisarios, editorialistas, mercados y gobiernos europeos pidan al PP que tenga sentido de Estado y facilite la gobernabilidad de España absteniéndose en la investidura del presidente Sánchez. Si el secretario general del PSOE afronta la investidura pactando con Ciudadanos logrará que se incrementen las presiones para que el PP se abstenga. Su única opción pasa por ahí. Aunque Iglesias actúe como partido único, no es el caso; la realidad es que por la izquierda Pedro Sánchez quedaría en manos de las confluencias, y es esa la lesión o tarjeta roja que Rajoy está esperando para hacer valer su antifútbol y ganar el partido sin haberlo jugado.