'El renacido'

La balada de Hugh Glass

EL RENACIDO

POR MANUEL E. DÍAZ NODA

En 1823, el trampero Hugh Glass fue atacado por una osa grizzly, dado por muerto por sus compañeros de partida y se arrastró gravemente herido durante más de 320 kilómetros de espesura en pleno invierno. Esta historia de supervivencia se convirtió en uno de los mitos de la conquista del oeste americano, inspirando todo tipo de literatura y baladas. Ahora, el director Alejandro González Iñárritu, con la alianza de Leonardo DiCaprio como protagonista, nos presenta una nueva versión de esta historia.

El renacido arranca con una prodigiosa secuencia de 12 minutos con el ataque al grupo de tramperos por parte de un grupo de indios arikawa. Desde ese primer momento, Iñarritu deja patente las claves de los que va a ser su película: una prodigiosa puesta en escena, construida en torno a planos largos y recreándose en los espacios naturales; una visión poética y oscura de la naturaleza, con la espectacular fotografía natural de Emmanuel Lubezki, que recuerda al trabajo previo del iluminador con Terrence Malick (El Nuevo Mundo, El Árbol de la Vida); una representación cruda y violenta de la vida en el estado de Missouri a principios del siglo XIX; una poco convencional partitura musical postmoderna y experimental, con ecos tribales, compuesta por Ryuichi Sakamoto y Alva Noto; y un profundo y realista trabajo con los actores (sublimes Leonardo DiCaprio y Tom Hardy), quienes construyen sus personajes a partir de su contacto con este hábitat agreste. Con estos ingredientes, Iñarritu compone una película prodigiosa, dura y densa, con una visión desoladora del ser humano como ser social, aunque también entonando un canto épico a su capacidad de supervivencia, a la que sólo le podemos achacar un exceso de celo, una evidente necesidad de trascendencia, más allá de las necesidades narrativas de la historia, que conlleva además un exceso de metraje. Como sucediera con Birdman el año pasado, el cineasta vuelve a establecer un provocador juego, donde se busca no sólo desafiar al espectador con la crudeza de la historia, sino también con lo abrupto de las formas, dando como resultado una extraordinaria experiencia cinematográfica, atípica y exquisita.