NOMBRE Y APELLIDO

Christopher Clavius

Julio César importó de Egipto una medición temporal más precisa para su imperio, tras encargar a Sosígenes de Alejandría su adaptación, con la exigencia de preservar los nombres romanos de los doce meses. El año quedó con trescientos sesenta y cinco días y uno adicional cada cuatrienio, añadido a febrero, para compensar la revolución no sincrónica del planeta en torno al sol. El sistema juliano rigió desde el 46 antes de Cristo hasta el 1582 en el que, por la bula Inter Gravissimas, Gregorio XIII ordenó que, tras el 4 de octubre se pasara al 15 del mismo mes, o sea, se anularon diez días para iniciar un anuario sin errores y resolver la ubicación de los ciclos y fiestas religiosas. El proyecto se acometió en 1579, basado en las teorías del calabrés Aloysius Lillus (1510-1576) y el papa Buoncompagni eligió al catedrático de Salamanca Pedro Chacón y al alemán Chistopher Clavius (1538-1612), llamado “el Euclides del siglo XVI” para formalizar el nuevo calendario universal; el astrónomo germano estudió en la Universidad de Coimbra y, salvo dos estancias en las cortes de Nápoles y España, enseñó filosofía y matemáticas en el colegio romano de la Compañía de Jesús, en la que había profesado; fue reconocido como el principal experto en la división del arco diurno y la trayectoria del sol en el horizonte, que avaló la exactitud a los relojes solares en su cometido de ajustar la vida diaria. A 1582 se le llamó “año inusual”, “juliano” y “del caos”, porque suscitó acres debates entre eruditos que llegaron a los insultos y agresiones y tuvieron un largo recorrido de tal modo que, aún en 1595, Clavius publicó una epístola en su defensa -Novi calendarii romani apología- cuando las primeras naciones de Europa ya lo habían adoptado oficialmente. Su autoridad científica se proyectó mucho más allá de su muerte y pese a que se erigió en defensor de la teoría geocéntrica -la tierra como centro del universo- se valió del uso del telescopio, admitió ciertos logros de Galileo y sostuvo con él una sonora discrepancia: negó que las manchas lunares fueran montes y valles, accidentes en suma; curiosamente, uno de los mayores cráteres localizados en nuestro satélite -de doscientos kilómetros de diámetro- lleva su nombre en homenaje al autor de tratados astrofísicos y los elementos euclidianos, los manuales de matemáticas y geometría práctica, empleados en las universidades de Occidente, y Gnomonices, enciclopedia sobre la teoría y práctica de los relojes de sol.