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Los cines de mi pueblo

1. Había en el Puerto de la Cruz dos cines, el Topham, que también se convertía en teatro, y el Olympia. Este último tenía, para evitar el calor y el olor a patas propio del verano, unas compuertas en el techo que se abrían y daban la sensación de que veías una película al aire libre. Con tan mala suerte para ella que una mujer que escalaba habitualmente hasta el tejado para ver las películas, gratis, por un agujerito que ella misma había abierto en el techo, se convirtió el protagonista de un percance desagradable. Y es que tuvo la mala fortuna de que un día calculó mal su posición, abrieron las compuertas, porque hacía calor, o quizá porque el olor a patas era insoportable, y la señora cayó sobre una pareja de novios que se metía mano en el patio de butacas. Imaginen el susto y el corte inmediato del erotismo de los actuantes, a los que no se volvió a ver por allí en un buen tiempo. De la moral se encargaba Cheché, el acomodador, una buena persona pero con muy malas pulgas, que ponía orden y concierto a los que se pasaban de frenada con sus parejas correspondientes.

2. En el Topham, desde el gallinero, se jaleaba la llegada del bueno que venía, con la tropa, a salvar del asedio a los colonos, achuchados por los indios. Solamente se ponía la plebe de parte del malo cuando hacía de tal Tom Hernández, un actor portuense que triunfó como secundario en Hollywood. Hay un libro por ahí que habla de él. De vez en cuando venía a su pueblo, desde América, hablando con fuerte acento americano. Era sobrino de don Benito el zapatero; parte de la familia hizo las Américas y allí nació Tom para el cine. Casi siempre hacía de malo.

3. En el Topham, cuando la película era un drama, se corría un telón rojo, de terciopelo, supongo que altamente inflamable. Y cuando era de risa se colocaba otro del ratón Micky, a quien todo el mundo en el Puerto llamaba “el Miquei”. Recuerdo la máquina de proyectar de 35 milímetros, marca Ossa, de carbones. Yo la sabía manejar porque me enseñó Reyes, un maestro de la electrónica que tenía el taller en La Orotava. Un tipo estupendo, lo mismo que su hermano Ismael. ¿A que ustedes no sabían que un servidor había sido operador de cine? Pues, sí. Eso también.