el charco hondo

Cool

La expresión, muy utilizada en México o Venezuela, entre otros, retrata el fracaso de una expectativa. Cuando se dice de alguien o algo que tiene un buen lejos es porque esa impresión, esa apariencia de belleza que alimenta la distancia, acaba en un mal cerca. De alguna forma, lo que de lejos gustaba pierde el encanto al acercarnos. Algo así ocurre con el acuerdo que han firmado Sánchez y Rivera, o con los pasos dados por el secretario general socialista en las últimas semanas: tienen un buen lejos, pero no pasan de ahí. El pacto del PSOE con Ciudadanos, o la centralidad que estos días ha logrado Sánchez, de lejos resultan políticamente atractivos o útiles pero pierden el encanto cuando se ven de cerca. El acuerdo que han cerrado es básicamente cool, poco más. Al refugiarse en aspectos que difícilmente pueden generar discrepancia, huyendo así de los de calado, el pacto puede resultar molón, guay, no es out, es tan in, como los hipsters. Muy cool, muy confortable, lejos de entrar en harina la evita. El centrismo es así. Todo y nada a la vez. No es izquierda. Tampoco derecha. No es lo uno, lo otro o todo lo contrario. Intentarlo está bien, dibuja una actitud ordinaria que el absentismo laboral de Mariano Rajoy ha elevado a la categoría de extraordinaria; pero de bienintencionados que solo suman 130 escaños, o alguno más, están los cementerios llenos. A Sánchez se le acaban sus días de gloria. En lo que a él respecta la buena noticia de la mala noticia es que ha disfrutado de un buen febrero, y la mala noticia de la buena noticia es que se le acaba febrero. Marzo lo devolverá a la realidad, a la maldición del presidente o nada. La sobredosis de protagonismo que garantiza un intento de investidura lo apuntalará como secretario general, pero será otro espejismo. Todo lo que ha logrado estas semanas tiene un buen lejos, adquiere apariencia de buena expectativa pero se viene abajo cuando la realidad parlamentaria se le acerca.