Como primera lectura de la comisión de estudio del sistema electoral canario, cabría deducir que el consenso es un acertijo que se propone como pasatiempo parlamentario. Casimiro Curbelo lo llama “farsa que esconde un intento de que el poder político se concentre en las dos islas capitalinas”. El martes, el portavoz de la Agrupación Socialista Gomera (ASG) justificó la abstención del grupo Mixto con este argumento: “Es una mala película de serie b en la que ya se sabe que la víctima va a ser la triple paridad”.
En su intervención ante el pleno, el presidente del Cabildo de la isla de la miel de palma y el almogrote vinculó la doble insularidad a un “subdesarrollo subvencionado” que, si se  consuma el cambio de modelo en los términos planteados, sería una “cadena perpetua”. Curbelo reivindicó “el equilibrio territorial, el valor de las personas y la justicia social”. Pone subtítulos a una película de terror de números psicópatas y, aunque admite que los topes de acceso son excesivamente elevados -por lo que apoya su rebaja-, se niega a participar en lo que vendría a ser, desde su punto de vista, un aquelarre centralista. “No permitiremos que el privilegio de los que son más se impongan a los que menos tienen y más padecen”, repite el líder gomero a poco que le tiren de la lengua.

En este juego de fantasías políticas, con látigos y máscaras, Curbelo tiene la llave de las esposas y, si él quiere, la reforma se va a la porra. Habida cuenta de que se requiere una mayoría de dos tercios (40 de los 60 diputados), ASG es el complementario de la combinación ganadora. El bipartito (CC-PSOE) no suma. Estos  tendrían que pescar en caladeros de tiburones. Les bastaría con atraer al PP a su causa, pero a un precio que encarecería el producto. O a Podemos, lo cual se antoja una quimera. A la oposición tampoco le cuadran las cuentas, a parte de que no aparentan una posición homogéna.  Sin embargo, ASG podría aglutinar a la periferia.