reflexión

Damián Iguacen Borau – Por Juan Pedro Rivero

La Diócesis de Tenerife ha tenido a lo largo de su historia doce obispos. No es una historia muy larga, pues como Obispado contamos desde 1819 hasta nuestros días. Son sólo 197 años de historia. De estos doce obispos que han estado al frente de la Diócesis hay dos vivos: el actual, don Bernardo Álvarez, y don Damián Iguacen Borau, que estos días celebra 100 años, y que estuvo entre nosotros siete años, desde 1985 hasta 1991, entre don Luis Franco Cascón y don Felipe Fernández García. Don Damián se jubiló hace 25 años, como todos los obispos, cuando cumplen los 75 años de edad y han de presentar su renuncia al Papa. Un obispo de raza. Pequeño y curado al aire frío de los Pirineos. Austero, trabajador, entregado, disponible, sencillo y cercano. Llegó sin ser notado y se marchó sin hacer ruido. Siete años y marcó en la Diócesis aspectos que no deberían olvidarse: la ultimidad, la incondicionalidad, el servicio a la unidad, paz y concordia, en la Iglesia y en el mundo. Un grupo de sacerdotes de nuestra Diócesis, con el obispo a la cabeza, hemos ido a Huesca, a celebrar con él la Eucaristía; a acompañarlo en su 100 aniversario. Mirando el rostro envejecido de don Damián, uno percibe que la Iglesia no es hermosa sólo por su patrimonio histórico y cultural, sino por la fidelidad y santidad de sus testigos. De personas que han dado ejemplo de lo grande y de lo hermoso que es dejar a Dios ser Dios y descubrir así la paz que el corazón anhela. Entregar a los demás los años de la juventud y los de la madurez, los años de la fuerza y los de la debilidad, los años de la lucidez y los de la incómoda ancianidad.

Una vida entera para Dios y al servicio de la Iglesia. No es cumplir 100 años lo extraordinario. Tal vez es anecdótico. Lo extraordinario es tenerlos y traducir por la mirada una juventud inaudita. Porque los años vienen necesariamente; la juventud se va si no nos cuidamos. Feliz Aniversario, don Damián.