el cráter

Desierto

La calle desierta, la noche ideal, cantaba Alaska en los años ochenta. La cámara parlamentaria desierta, la tarde real, murmuran en los aledaños del Congreso de los Diputados. El hemiciclo desierto. Sí, despoblado de consenso. El día no precisamente ejemplar, reprochan con hartazgo los votantes. Los procesos de erosión que se ceban en los distintos sectores de la sociedad son factores de suma importancia en la formación de ese paisaje desértico al que se encamina la condición humana.

Un paisaje donde refulgen dispersos oasis de honradez y honestidad. Benedetti dejó escrito: “En ciertos oasis, el desierto es solo un espejismo”. Por su parte, el autor de El principito, Saint Exupéry, sostenía: “Lo bello del desierto es que en algún lugar esconde un pozo”. Ese pozo es el que buscan tanto con trazas de osadía los actores principales de la política de este país, como con embestidas de desazón el resto de la ciudadanía. En un tiempo en el que se solapan con celeridad decisiones y actuaciones en los diferentes terrenos del día a día, en el de la política nacional se observa un frenazo por temor a resbalar, caer y quebrarse. Se percibe en algunos de los líderes políticos un intento, infructuoso, de persuadir a sus rivales de alguna propuesta que no están dispuestos a admitir. O dicho con otras palabras, claman en el desierto. Otros detectan demasiado ruido en el ambiente. Un proverbio persa dice así: “La arena del desierto es para el viajero fatigado lo mismo que la conversación incesante para el amante del silencio”. En estos días, mientras la fantasía de la reina del Carnaval, Arena blanca del desierto, deslumbraba por las calles de Santa Cruz de Tenerife, numerosos tinerfeños y canarios sobrellevan como pueden su particular travesía del desierto. La noche será o no ideal, pero la calle no volverá a quedar desierta. El que sí presenta toda la apariencia de quedar desierto, en un primer envite, es el cargo de presidente del Gobierno. Se declara desierto cuando las distintas ofertas no se ajustan a las condiciones exigidas. Es decir, ante la inexistencia de propuestas válidas. Si es así, ese premio, el de presidente del Gobierno, será declarado desierto.