El dardo

Esperanza

Durante años ha sido la lideresa por excelencia, la dama de hierro española, el referente femenino del Partido Popular, la protagonista indiscutible de anécdotas memorables y de momentos marcados para la posteridad. Ha sido asimismo la mujer rebelde, la niña bien, el verso suelto, impredecible e incómodo para los máximos dirigentes del PP, pero también para la oposición. Esperanza Aguirre, genio y figura, ex presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ex ministra, condesa por partida doble y grande de España, lo ha sido todo en política. Liberal hasta las cachas pese a su aparente dureza dialéctica, no ha podido más y ha cavado su propia tumba política, aunque se ha reservado la portavocía del partido en el ayuntamiento de Madrid esperando quizás un milagro en plan tamayazo y decidida, por ahora, a hacer la vida imposible a las gentes de Podemos a la vista de los dislates que vienen cometiendo, por impericia y falta de preparación. Su dimisión al frente del PP de Madrid es consecuente con su trayectoria de ir por libre y actuar como menos se espera, en momentos tan comprometidos para Rajoy y sus aspiraciones, en el caso de que Pedro Sánchez fracase en la investidura.

Pero no le quedaba otra salida a la vista de tanto ir y volver -sin en realidad marcharse nunca-, y de tantos escándalos de corrupción en el PP, aunque ninguno le afecte directamente. Pero sí le alcanzan, y mucho, políticamente, como ella misma ha reconocido al declarar que ha fracasado en su labor in vigilando. Su gesto puede ser interpretado como una invitación a Rajoy, e incluso a Rita Barberá, para que sigan sus pasos ante cierto clamor popular; pero cabe también la posibilidad de que haya querido quitarse del medio para, aceptando responsabilidades, facilitar a Rajoy una salida en el dudoso caso de que llegue a formar Gobierno o si se han de celebrar nuevas elecciones. Con su liderazgo a la baja, la situación de Rajoy se vuelve más compleja cada día que pasa. Porque alguna responsabilidad -política, se entiende- tendrá cuando no cesan los escándalos de corrupción en el PP, sin que nunca, en ningún caso, sobre todo en los asuntos de Gürtel y Púnica, el presidente del partido haya pasado de las palabras de condena y el victimismo. Poca cosa para la que está cayendo.