el charco hondo

Joel

William Martin nació en 1949, en Nueva York. Aunque se puso al piano en los setenta, no nos conocimos hasta una década después. Fue a partir de esos años, ya en los ochenta, cuando con cierta intermitencia cogí la feliz costumbre de desandar sus pasos buscando, entre otras, el Just the way you are incluida en The stranger. En los 80, durante mis veranos en Inglaterra, William Martin, es decir, Billy Joel, entró en mi vida para siempre. Ya entonces sus canciones habían ganado en tranquilidad, perdiendo respecto a los pasos iniciales algo de atrevimiento y alegría. A Billy Joel y Bruce Springsteen les debo que me hayan escrito la banda sonora de mi adolescencia y calles adyacentes (no solo se lo debo a ellos, también a otros muchos; pero sobre todo a Joel y Springsteen). Las canciones que hacemos nuestras son capaces de resucitarnos a paisajes emocionales que de otra forma difícilmente recuperamos.

Hay amores, lugares, amistades o edades que solo vuelven si suena la canción que los vistió. Joel puso nombre a sus composiciones, y yo les puse el mío. A veces nombres de personas. A veces de países, conversaciones, besos, pueblos o secretos. Hoy no sería capaz de revivir aquellos veranos en las afueras de Bristol sin Billy Joel, al que me traje de Inglaterra para que no se perdiera las cosas que me pasaron después, en las distintas adolescencias que ponen letra y música a las vidas que vivimos. Hace tiempo que Joel se apagó. Sin embargo, días atrás me sorprendió, siempre por penúltima vez. Compartimos con desconocidos las canciones que construyeron nuestros relatos. No tengo amigos o conocidos a los que Billy Joel les haya compuesto bandas sonoras. Días a atrás, leyendo un suelto de prensa, me he enterado de que comparto con José Manuel Soria la militancia que me une al cantante estadounidense. Ahí me has matado, querido Billy. Ahí sí me has dado, ministro.