Análisis

Mucho diálogo pero poco acuerdo

A diez días del pleno del Congreso de los Diputados convocado para tratar de investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, continúan las conversaciones entre el PSOE y los grupos con menor representación en la cámara legislativa sin que por el momento se hayan alcanzado acuerdos definitivos. Coalición Canaria e IU-Unidad Popular aparecen, en principio, como las únicas formaciones con convenios prácticamente cerrados, lo que supondría la aportación de tres votos en favor del candidato socialista.
Con Compromís, que dispone de cuatro diputados, las conversaciones avanzan sin aparente dificultad entre las respectivas comisiones negociadoras y ayer mismo ese adelanto propició un fuerte impulso a los asuntos sociales, así como a la “agenda valenciana”, que incluye un aumento de las inversiones estatales, una mejora en la financiación autonómica futura, además del reconocimiento de la deuda histórica con la comunidad valenciana. Supongo que Coalición Canaria no querrá ser menos a la hora de reclamar deudas más históricas, especialmente en materia sanitaria y de infraestructuras, por citar un par de casos especialmente sangrantes…

Lo que está pasando
Con los demás grupos minoritarios las cosas siguen como estaban. Se han celebrado entrevistas entre representantes del PSOE y de las formaciones independentistas catalanas ERC y DiL y con la vasca PNV, además de un encuentro informal con la proetarra Bildu. Todos estos grupos siguen enarbolando la bandera del derecho a decidir más otras reivindicaciones inasumibles para los negociadores socialistas, como es el caso de la gestión de la Seguridad Social en el País Vasco. En principio, los nueve votos de ERC, los ocho de DiL, los seis del PNV y los dos de Bildu son contrarios a la investidura de Sánchez y, a día de hoy, en el mejor de los supuestos, sólo se contempla su eventual abstención, que dependerá, no obstante, de los guiños políticos de Sánchez ante algunas demandas catalanas y vascas.

Con Ciudadanos las cosas progresan más y mejor de lo esperado hacia un pacto de Gobierno, pero siguen tan oscuras como al principio, al estar condicionadas por varios factores que tienen que ver con el PP y con Podemos. Con el PP, porque C’s pretende dejar abierta la puerta a posibles acuerdos con la formación que sostiene al Gobierno en materias como la reforma constitucional, la lucha contra la corrupción y el fraude fiscal, la revisión de la Lomce y la reforma laboral, entre otras. Y con Podemos porque un eventual pacto bilateral entre este partido y el PSOE -sea sólo de investidura o de investidura y también de Gobierno-, supondría, de hecho, la ruptura de C’s con los socialistas. El propio Iglesias ha manifestado que votará no a la investidura si el candidato pacta cualquier acuerdo con Rivera -por considerar incompatibles las políticas de ambos grupos políticos- o si su propia formación no es invitada a participar en un posible Gobierno encabezado por el candidato socialista.

Son públicas y notorias las tensiones existentes entre el PSOE y Podemos; desde hace semanas, los líderes de esta formación suelen enviar mensajes a los dirigentes socialistas a través de los medios de comunicación y las redes sociales, en unos casos para no perder la iniciativa política, en otros para aparentar que están en la mejor disposición para el diálogo y el entendimiento, y en algunos más para exigir antes de sentarse a la mesa puestos y responsabilidades que desempeñar en caso de entendimiento, o para ganar protagonismo, invitar a negociar “en serio”, etc. en lo que parece un pulso en toda regla para ver quién vence en la batalla de la opinión pública.

Rectificaciones y propósitos
Da la impresión de que un Iglesias siempre arrogante y ególatra quiere proyectar una imagen de superioridad y ganar a Sánchez por la mano con su innegable sentido de la oportunidad y la estrategia. Pero esta vez el candidato socialista está jugando inteligentemente sus cartas, se niega a hacer la foto que le pide Iglesias hasta que no se llegue a un posible acuerdo entre los equipos negociadores, que hasta ahora se han limitado a mantener contactos informales pero no han entrado a debatir propuestas, programas y, mucho menos, reparto de puestos, como desea el líder de Podemos. Ayer mismo, el PSOE vino a dar a Podemos con la puerta en las narices al rechazar sus planteamientos programáticos más relevantes referidos al referéndum catalán, los controles políticos de las instituciones, el gasto público, la subida de impuestos y la separación de poderes. O sea, si Podemos no rectifica su programa, no habrá acuerdo sobre ningún aspecto.

A propósito de programas, Iglesias ya ha tenido que rectificar dos de los puntos que proponía: la adhesión política al Gobierno de jueces y fiscales en su lucha contra la corrupción y el cierre de las centrales que utilizan carbón para generar energía. Se trata de la enésima modificación de Podemos por la ligereza y frivolidad con que trata algunos asuntos desde concepciones ideológicas retrógradas y prejuicios centralistas de probado fracaso. Por otra parte, la anunciada reunión a cuatro, prevista para la semana entrante a propuesta de Alberto Garzón, la ha aceptado el PSOE con negociadores de Podemos, Compromís e IU-Unidad Popular con el propósito de alcanzar un posible acuerdo sobre la investidura del candidato, pero no, como pretende Pablo Iglesias, sobre la exclusiva elaboración de un programa de Gobierno de coalición y del reparto de carteras.

Así las cosas, da la impresión de que Sánchez prefiere un pacto con Ciudadanos confiando en el “patriotismo” del PP para que se abstenga en la votación de investidura a fin de evitar que Podemos acceda al Gobierno, de tal modo que esa postura de los populares en la segunda votación de investidura -en la primera, todo el mundo coincide, el líder socialista no tiene ninguna posibilidad de ganar- podría llevarle al Palacio de la Moncloa. Pero desde la formación de Rajoy ya le han dicho que nones, y con argumentos contundentes: el PSOE logró en diciembre, con 90 diputados, los peores resultados electorales de su historia, mientras, el PP, aunque también sufrió un severísimo correctivo, obtuvo casi dos millones de votos más que el PSOE y ganó en 39 de las 50 provincias españolas y en 13 de las 17 autonomías. En estas condiciones, parece claro quién debería estar al frente del Ejecutivo nacional… aunque ahora mismo tal posibilidad es prácticamente nula.

Nada está garantizado
Con estos datos, resulta una osadía la pretensión de gobernar España con el exclusivo apoyo de un par de fuerzas políticas de escasa entidad y del cuarto partido del país que, como ha declarado su propio líder, coincide en sus planteamientos generales con los del PP y es partidario de una gran coalición encabezada por los populares, ganadores de las elecciones de diciembre. Por eso, si fracasa Pedro Sánchez en su apuesta por llegar a la Moncloa, para no acudir a nuevas elecciones -que a nadie, salvo a Podemos, interesan-, lo lógico sería esperar del PSOE una rectificación, apoyada en el sentido común y la responsabilidad, que le permita formar parte de un Gobierno tripartito PP-PSOE-C’s, de mayoría estable y cohesionado en torno a un programa previamente convenido.

El gran obstáculo para este acuerdo está siendo, todo el mundo lo sabe, el candidato Pedro Sánchez, quien desde el principio se ha negado a pactar nada con el PP cuando este partido, gobierne o no, en tanto no haya nuevas elecciones tiene la llave de cualquier acuerdo importante en Congreso y Senado y se halla, por tanto, en condiciones de paralizar o torpedear cualquier iniciativa que no comparta. En estas condiciones, un Gobierno débil y en minoría no tendría posibilidades reales de durar ni de sacar adelante ninguna propuesta de calado.

Sólo la rectificación de Sánchez, en el caso de que no logre la Presidencia del Gobierno, y/o su apartamiento de la secretaría general del PSOE, podría hacer que las cosas viraran hacia ese objetivo. E incluso que Rajoy reconsiderase su debilitado liderazgo y decidiera abandonar la presidencia del PP, dando así paso a la apertura del partido a su necesaria renovación. Pero hoy por hoy, ni Sánchez tiene garantías de ser elegido, ni el país la seguridad de alcanzar lo que más le conviene en las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales: que no se repitan las elecciones y que se llegue a un gran pacto nacional entre las grandes fuerzas constitucionalistas.