Análisis

El nacionalismo canario languidece lentamente

Estos días se habla, y mucho, de la posible refundación de Coalición Canaria (CC). Los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas así como los de las generales de diciembre muestran una espectacular caída en la intención de voto nacionalista. La situación alcanza límites preocupantes, ya que de repetirse en unos comicios autonómicos lo ocurrido el 20 de diciembre, CC sería, con tan sólo seis escaños, la última fuerza política de las Islas; ni siquiera conseguiría representación en Gran Canaria y Fuerteventura y en Tenerife lograrían sólo dos diputados de los 15 en disputa.

Con este panorama, no es extraño que los órganos de la formación nacionalista y antiguos y actuales dirigentes planteen la necesidad de revisar las políticas seguidas por CC y repensar su futuro tras 23 años de ostentar el poder en Canarias, una vez consumada la famosa moción de censura que planteó Hermoso al entonces presidente Saavedra y que dio lugar al nacimiento de CC. Pero los objetivos no son fáciles de alcanzar porque el nacionalismo canario se encuentra más dividido que nunca, la irrupción de nuevos partidos por la derecha -Ciudadanos- y la izquierda -Podemos- parece haber ilusionado a los jóvenes votantes y, por si esto fuera poco, las nuevas formas de hacer política, no sólo en las redes sociales, y los casos de corrupción surgidos últimamente no ayudan para nada a proyectar una buena imagen de CC.

Divisiones y alejamientos
La división nacionalista entre CC como formación más templada y Nueva Canarias deviene no sólo desde 2005 en que se oficializó, sino de la propia extracción política de los dirigentes de esta última fuerza, más inclinada a la izquierda y a un nacionalismo un tanto radicalizado, aunque sin llegar al independentismo. La ausencia de tacto de los dirigentes de CC, en especial de Paulino Rivero aunque también de Fernando Clavijo, y la falta de voluntad para confluir en una coalición tipo CiU que respete las dos sensibilidades, ha ido alejando a las gentes de NC, que se sienten incómodas en una estructura partidaria poco proclive a la confluencia e integración de voluntades un tanto diseminadas en el espectro derecha-izquierda.

La situación ha llegado al extremo de que las mayores críticas hacia la gestión del Gobierno, el actual y el pasado, no surgen del PP, sino de las filas mismas de NC, con Román Rodríguez en papel estelar. La prueba del distanciamiento es el acuerdo electoral que se gestó entre NC y el PSOE regional de cara a las elecciones del 20D. El propio Antonio Morales, hoy quizás el líder político con mayor carisma en Gran Canaria, ha declarado que “es absolutamente imposible en estos momentos reunir el nacionalismo canario en torno a CC. Porque CC nos ha llevado a las mayores cotas de paro y pobreza, y no ha sabido dar respuestas reales a los problemas de esta tierra, que además ha dividido, en vez de unido, a los canarios”.

Francisco Linares, alcalde orotavense y máximo responsable insular de CC, considera que “es hora de llevar a cabo una refundación integral porque hemos perdido muchos votos y ha cambiado la forma de hacer política”. Frases por el estilo las han dicho Clavijo, Oramas, Castro, Ruano, Barragán, Tomás Padrón y García Ramos. Este último, máximo referente intelectual del nacionalismo canario, denuncia que “nos hemos olvidado de fortalecer las bases programáticas que venían siendo puestas por anteriores legislaturas y las aspiraciones que habían quedado a la mitad”.

Un partido de poder
El problema es que CC nació desde el poder y para el poder, en el que lleva prácticamente instalada -si contamos los primeros movimientos nacionalistas tipo Fraic y AIC y descontamos la etapa de Jerónimo Saavedra- desde hace 32 años, en ayuntamientos, cabildos y Gobierno. El natural desgaste del ejercicio político, la falta de autocrítica y reflexión, un cierto ombliguismo desmedido, la escasa renovación de cuadros, la indefinición
-cuando no el exceso de populismo- sobre cuestiones importantes y la obligada dedicación a las tareas de gobierno de los principales líderes nacionalistas han dejado el partido desprovisto de alma y dirección durante demasiado tiempo, lo que a su vez lo ha desconectado de la sociedad y de la calle, tal y como vienen a reflejar las urnas desde hace más de dos legislaturas.

En estas condiciones, no va a resultar fácil un entendimiento entre CC y NC, porque además Clavijo y su gente se equivocan al evitar todo posible acuerdo institucional con Rodríguez, incluyendo la formación del Gobierno, la Mesa del Parlamento y varios órganos autonómicos. De poco van a servir los posibles convenios de integración que logre el actual presidente del Ejecutivo con grupos nacionalistas de muy escasa implantación si no es capaz de alcanzarlo con Nueva Canarias. Los próximos debates parlamentarios sobre el alcance de la autonomía, la reforma electoral, el funcionamiento de los servicios públicos, la energía, el bienestar social, etc. o bien certifican el alejamiento de los dos partidos o, por el contrario, propician, vía consensos, una cercanía que pueda dar paso a una confluencia de voluntades y objetivos.

La refundación de CC debe partir de la que hasta ahora ha sido una línea inequívoca de lealtad constitucional y sentido integrador, sin frívolas concesiones a soberanismos que no casan con el sentir mayoritario de los ciudadanos. Cosa distinta es apelar al respeto a unos derechos identitarios e históricos reconocidos por las leyes y amparados por la propia Carta Magna y referentes válidos por tanto, en el fondo y la forma, para refirmar la voluntad de autogobierno y conseguir mayor justicia y creación de empleo y progreso social y económico.

La renovación, un reto
Si CC quiere renovar y modernizar su discurso, su próximo congreso debe abordar el ideario del partido -hoy un tanto diluido y fijado más que nada en sentimientos y emociones-, e incluso debatir a fondo la senda ideológica por la que quiere transitar, ajena por supuesto a las ligerezas y dislates recogidos en las Reflexiones ideológicas del anexo del congreso de 2008, según las cuales la relación con el Estado tenía que ser de igual a igual y sin subordinación de ninguna clase, en plan cosoberano. La seriedad y el rigor que, por regla general, han distinguido durante estos años a CC no casan con ese nacionalismo de barricada fanático, xenófobo, intransigente, confrontador, etnicista, separatista y separador; por el contrario, esta formación política ha hecho gala de un nacionalismo transversal pragmático, racional, solidario, comprometido con la historia, la cultura y el mestizaje y con la voluntad de integración, por encima de fronteras y pulsiones identitarias o insulares desmedidas, así como decidido a tener en cuenta los valores de la convivencia y los derechos de quienes no son nacionalistas.

Con estas premisas la refundación y, a ser posible, la reunificación del nacionalismo canario de corte constitucional, bajo el paraguas del PNC como elemento aglutinador que todos apoyan, debe ser una meta irrenunciable para el previsto congreso de CC; un congreso, por encima de los lamentables personalismos del anterior, debe acabar con los reinos de taifas y actuar con rigor, generosidad y visión de futuro en el reparto de las estructuras de poder y en la consideración de que la isla, por encima de leyes electorales y ejercicios de hegemonía detestables -por factores de subordinación y desequilibrio-, es una realidad incuestionable de la que hay que partir para el mejor servicio a Canarias.

Pese a los errores, CC ha contribuido, y mucho, al progreso de Canarias, aunque no ha podido, no ha querido o no ha sabido repartir mejor la riqueza generada en las Islas mediante unas políticas más justas y equilibradas. Últimamente ha desconectado de sus gentes, como lo prueba la pérdida de reputación y de votantes. Para su reencuentro con la ciudadanía y con su propia identidad, no le queda más salida que la autocrítica y la rectificación; en otro caso, continuará, sin liderazgo, languideciendo, con la consiguiente pérdida de influencia. Todo un reto que no se puede atender sólo con buenos propósitos, sino con inteligencia, reestructuración interna, buena planificación, medidas solventes y creíbles y un proyecto ilusionante que goce del imprescindible respaldo social.