el almendrero de nicolás

La pluma del Carnaval – Por Francisco Déniz

Chacho, casi nada el rollo del Carnaval. Como el otro día era jueves y me tocaba guachinche, y tenía tiempo, cosa que desde hace ya unos cuantos meses no sé lo que es (el tiempo libre me refiero), pues me fui a un guachinche amigo en lo alto de La Victoria. Ya lo saben, como dijo el otro: ¡Hasta La Victoria, siempre! Total, que cuando volví a mi casa había un rebumbio de chiquillos alterados porque al día siguiente tenían el vacilón del Carnaval en el cole, preparaban los disfraces. El chiquillo iba de león, y entonces comprendí por qué llevaba varios días durmiendo disfrazado de león. Y la chiquilla me dijo que iba de india, y me lo enseñó. Pero no vi ninguna pluma. ¿Y la pluma? le pregunté. No, no tengo, me respondió. ¡Cómo que no! ¡Hombre, por dios! ¿Dónde se ha visto una india sin pluma? Pos ná, me asesoré y me dijeron que en el chino se vendías plumas. Ella me dijo: no vayas hombre, ¿dónde vas a estas horas? Claro, como yo estaba medio acartonado por los efectos etílicos, le dije: Voy a buscar una pluma a donde sea, como si tengo que cogérsela prestada a una gallina. Claro que, dónde carajo iba a buscar una gallina, si los ayuntamientos las prohibieron junto con las cabras en las casas. Sólo dejaron los perros y los pájaros como animales de compañía (Entonces se me aparecieron mi madre y mis tías retorciéndole el pescuezo a la gallina con la bañera de agua hirviendo para desplumarla allí en medio de la azotea. En ese entonces era la única manera de comer pollo). ¡En el chino! ¡Ahí seguro que hay plumas! ¿Y eso está abierto ahora? Sí, corre. Y salí tendido para abajo. Pero antes me encontré una tienda de uniformes y observé que también vendían disfraces. Había un ambientazo del carajo, y entré. Me dijo que la última la vendió hacía poco, pero noté algo extraño en la piba que despachaba, se me quedó mirando fijamente para mi chaqueta portuaria como diciendo: ¡Coño, ese disfraz no lo tengo, joder!, y es el uniforme canario de toda la vida. Pero antes de que me preguntara dónde la conseguí me mandé a mudar por si acaso. Le cogí miedo. La vi un poco obsesionada con mi atuendo obrero. Y a lo lejos vi un ambientazo tremendo, una comparsa de puretas, una multitud alrededor del chino de San Benito. Iluso de mí, que pensaba que todo el mundo estaba durmiendo, qué va, la cola llegaba hasta Guamasa para comprar algún complemento o abalorio para los carnavales. ¡Joder, desfasado total estoy!, pensé que los carnavales estaban en declive y allí había media humanidad para desinhibir su personalidad. ¿Tiene plumas? Sí, allí me quedan algunas. Sólo entonces descansé y disfruté del Carnaval, al fin mi hija iría vestida como mandan los cánones. No dios, sino los cánones.