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Tareas – Por Luis Espinosa García*

Cuando mis nietos llegan a nuestra casa alguna tarde y pronuncian la palabra fatídica, me echo a temblar. ¿Por qué a nuestra longeva edad nos someten a esas terribles condenas y sufrimientos? Me considero un hombre con cierta cultura pero últimamente, con estos niños, me he dado cuenta de que soy un burro bien burro. Dejemos que la historia, la nuestra, realice el diagnóstico final. El caso es que las horas de la tarde las paso en gran parte intentando ayudar a mis nietos a desentrañar los misterios de las tareas escolares. Uno de los críos escribe relativamente bien, el otro, lo hace peor y el tercero separa sílabas de una manera sorprendente. Por ejemplo, esa palabra, “relativamente” como le parece algo larga la parte en dos, “relativa” y “mente”, o cosas por el estilo. Trajinar con tres niños que no llegan a los ocho años y los tres a la vez, es bastante complicado. Cuando creo que ha comprendido bien la ortografía y distinción entre la b y la v, aparece una página escrita con un “bino sin alcohol y un sorvete con asucar”. Entretanto, otro de los hermanos se ha lanzado a entender las bellezas de la k, la c y la z. Por favor, señores que crean estas complicadas labores para niños. Me gusta leer y al realizar estas ayudas complementarias a los nietos, pienso en la máquina Enigma y lo que le costó a los anglosajones descifrar los códigos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Volvamos a la tarea. Nunca mejor dicho. Mi esposa más que yo (tiene la paciencia que a mí me falta) colabora en el trabajo, si bien de vez en cuando me coloca a un nieto medio lloroso que suplica al abuelito que le explique lo de las haches y la diferencia entre “elle” y ye. Sé que no somos los únicos abuelos que trabajan y suplen con cariño y mucha, mucha paciencia, las labores de los pequeñajos que nos alegran la vida. Bueno, como es bien sabido, también nos alegran la vida cuando abandonan nuestro hogar y se marchan con sus padres. Realmente quiero contar una anécdota de uno de mis nietos, todo lo anterior no es más que un poco de paja para cubrir el expediente (y la excusa de que si llegan los estudiosos menores, el viejo no les puede socorrer porque está “escribiendo”, cosa que los niños comprenden si se lo dices con cierto énfasis). Pues bien, una tarde reprendía (suavemente, de verdad) a uno de los mayores, el que, como antes les dije, escribía partiendo las palabras que le parecían excesivamente largas. Al final, para quitármelo de encima, le indique que copiara de un libro un párrafo entero y que luego me lo enseñara. Un buen rato después me enseñó la tarea. Realmente ya no separaba las palabras grandes, pero escribía: “relativahmente, energúhmeno o magníhfico…”. “Pero Raúl, ¿qué demonios has escrito?”. “Abuelo, tú me has dicho que la H es muda, ¿no?, pues la pongo para enlazar las palabras y como no se pronuncia, pues no pasa nada”. ¿Es o no es inteligente mi nieto?

*MEDICO Y MONTAÑERO