avisos políticos

El tiempo

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchísimos años prestó sus servicios en el Ayuntamiento de la capital tinerfeña un alto funcionario muy parecido a Mariano Rajoy en su forma de proceder. Cuando alguien entraba en su despacho exhibiendo agitadamente unos papeles y reclamando una actuación y una solución inmediatas a un problema que consideraba gravísimo y que no admitía demora, nuestro personaje, sin inmutarse, guardaba los papeles en una gaveta de su escritorio y sentenciaba: “El tiempo lo arreglará”. Y, claro, unas veces el tiempo demostraba que el problema no era tal o era de menor cuantía, y otras veces el problema estallaba y se complicaba sin que el personaje de nuestra historia perdiera su eterna calma. Pues bien, durante cuarenta días desde la celebración de las elecciones generales, el presidente del Gobierno en funciones ha basado toda su estrategia en declinar los ofrecimientos de propuesta del Rey, en repetir el mantra -falso- de que ha ganado las elecciones, y en dejar pasar el tiempo, confiando en que su transcurso arreglará su desairada situación. Es verdad que todavía tiene una posibilidad de que Pedro Sánchez fracase en su pretensión de ganar la investidura y el tiempo le conceda un último intento de no mudarse de La Moncloa. Pero hay que reconocer que se trata de una posibilidad remota y dependiente de demasiados imponderables. Y una posibilidad lastrada por lo mal político y lo mal comunicador que es. Su última inconveniencia ha sido declarar sobre la corrupción de su partido en Valencia que: “Esto se acabó, aquí ya no se pasa ni una”. Y el ciudadano, ante ese “se acabó” y ese “ya”, se pregunta: ¿es que antes se pasaba?

Los militantes y votantes del Partido Popular -y también los tertulianos afines- basan sus esperanzas en que sea su propio partido el que frene la alocada carrera de Pedro Sánchez en busca de la presidencia del Gobierno a cualquier precio. Pero nuestra opinión es que confunden sus deseos con la realidad y, como Dante afirma en la Divina Comedia que reza en la puerta del infierno, deben perder toda esperanza. A pesar de su posición crítica, los denominados barones territoriales socialistas no van a impedir que el partido alcance el poder, ni mucho menos le van a hacer el trabajo de fontanería política al Partido Popular. En el Comité Federal han marcado unas llamadas líneas rojas respecto a con quién se puede sentar a negociar su candidato, líneas rojas que Pedro Sánchez ya ha traspasado o está a punto de traspasar. Y, a pesar de eso, los barones no solo no han reiterado sus críticas, sino que están participando activamente en las negociaciones que Sánchez ha iniciado nada más ser propuesto por el Rey. Otra cosa muy distinta será lo que ocurra con la secretaría general del partido si el candidato socialista finalmente fracasa. En cuanto a los militantes, van a aprobar cualquier acuerdo que les someta su secretario general, diga lo que diga. En primer lugar, porque hay muchos cargos políticos remunerados para cubrir, más de mil si se comparten con Podemos; y, en segundo lugar, porque durante muchos años han sido socializados en la idea de que los populares son un hatajo de franquistas, que ganaron injustamente la guerra civil y que representan el mal absoluto en política, por lo que cualquier medio es bueno para derrotarlos ochenta años más tarde y descabalgarlos del poder.

¿Y qué podemos esperar del colectivo de antiguos dirigentes socialistas que no paran de criticar a Pedro Sánchez, de reclamar un pacto de Estado con el Partido Popular y de apelar al espíritu y a los valores de la ejemplar -y tan cuestionada- Transición española a la democracia, que permitió pactar a Fraga y Carrillo? Pues podemos esperar bien poco más allá de sus reuniones y de sus escritos, que luego tienen dificultades para entregar en la sede del partido, en donde solo consiguen ser recibidos por dirigentes de segundo o tercer nivel. Aunque no lo digan, la dirección socialista y muchos militantes los consideran amortizados. Y el único que podría hacerse respetar, Felipe González, ha leído demasiado a Maquiavelo. Su entrevista en El País es un destacado exponente de cómo se puede defender simultáneamente una cosa y su contraria, y de cómo se puede contestar preguntas y hablar largo y tendido sin decir nada. Porque calificar sus respuestas de crípticas es quedarse corto.

¿Tiene Pedro Sánchez posibilidades reales de ganar la investidura? Es evidente que si ha propiciado y aceptado la designación real se ve con posibilidades; y es cierto que las tiene en segunda vuelta, por mayoría simple. Aún con el voto negativo de los populares y de Ciudadanos, las cuentas le saldrían sumando desde Podemos e Izquierda Unida hasta el PNV, Nueva Canarias y Coalición Canaria, con la abstención de los independentistas catalanes. Esta abstención es una de las famosas líneas rojas, pero es una línea roja retórica o virtual. Porque, como el propio candidato ha señalado reiteradamente y con toda la razón, en el momento de la votación no está en su mano impedir que esos diputados se abstengan o, sencillamente, se ausenten de la sesión y no voten. Mientras tanto, los populares se encomiendan a unas nuevas elecciones como mal menor, Ciudadanos las teme y Podemos se prepara para ellas. No pasemos cuidado, no hay ningún problema: el tiempo lo arreglará.