acabo de llegar

Wladimiro y yo

Fue en diciembre de 1974 cuando la prensa tinerfeña habló por vez primera de la posible unión de los puertos de Santa Cruz de la Palma y Garachico a través de un enlace con ferrys. Han transcurrido, pues, 41 años desde entonces y el ferry sigue sin aparecer. De todas maneras, no hay que preocuparse; los habitantes de Garachico estamos acostumbrados a este tipo de cosas. Un desengaño más, no importa.

Pero este no es el tema que he elegido para mi artículo de hoy, aunque sí lo roza ligeramente (O algo más que ligeramente). Y es que resulta que en una de las reuniones que mantuvimos, por aquella época, algunos habitantes de Garachico con Rafael Clavijo, entonces presidente del Cabildo de Tenerife, un señor, desconocido para mí, pidió la palabra y se puso descaradamente a nuestro favor y contra las lentitudes del Cabildo en torno al tema que cité al principio. Cuando finalizó la reunión pregunté quién era aquel señor que nos había echado un capote.

-Es un político comunista llamado Wladimiro.

Aunque nunca he sentido la más mínima simpatía por el Partido Comunista, celebré que nos apoyara aquel joven desconocido, al que terminé expresándole mi agradecimiento. Luego tuve noticias de que Wladimiro había dejado su partido para unirse a Coalición Canaria. Pasó el tiempo, me olvidé del asunto y, un día, en vísperas de elecciones, alguien tocó en la puerta de mi casa, me asomé y vi a un grupo de jóvenes, algunos del propio Garachico y, junto a ellos, estaba el bueno de Wladimiro. Repartían propaganda para las casi inminentes elecciones. Los invité a pasar y estuvimos en la sala de mi casa más de media hora hablando de lo divino y de lo humano. Más de lo humano que de lo divino, esa es la verdad.

No he vuelto a ver a mi amigo; pero acabo de leer, de cabo a rabo, la entrevista que este periódico publicó el pasado 24 de enero, con preguntas del periodista Carmelo Rivero y respuestas de Wladimiro Rodríguez Brito, profesor de Geografía y conocedor fiel de los más importantes asuntos que afectan a Canarias en los días presentes. Y he podido ver con sorpresa, con grata sorpresa, una gran coincidencia entre ciertas opiniones del profesor palmero y las que yo he sostenido también a través de los años. No importa que él siga siendo hombre de izquierdas mientras yo mantengo, como siempre, mi actitud de conservador en temas políticos. Cada cual es cada cual.

Dice mi amigo (como a tal lo tengo) que en cierta ocasión dijo a sus alumnos que con un sacho y unas tierras se podían conseguir muchos avances económicos; uno de los alumnos le preguntó qué es un sacho. Que no se asuste el amigo porque yo, en distinto tiempo y distinto lugar, viví una situación que se le parece bastante. Veamos: en una de las escuelas rurales que yo regenté un día se me ocurrió preguntar a los muchachos si ellos acostumbraban acercarse a la era para convertir en granos de trigo lo que en principio era una espiga. Su respuesta fue una pregunta: ¿qué es una era? (Les aseguro que mi anécdota es completamente veraz).

Me hace gracia el geógrafo de Barlovento cuando dice que, en el Cabildo, fue simplemente el medianero de Lorenzo Dorta, otro amigo entrañable para ambos. Y asegura que le parece lamentable que personas propietarias de pequeños huertos cercanos a su casa no los aprovechen para mejorar su economía.. Esos huertos deberían ser considerados como un tesoro. Quien ahora les habla está absolutamente de acuerdo con la opinión del profesor palmero. Y con estas palabras suyas: “Hacer surcos no es cosa de poetas; es cultura del esfuerzo”.

Finalizo con otra coincidencia: Wladimiro y yo hemos sido -en distinto tiempo- alumnos de don Leoncio Afonso, un palmero ejemplar que sigue sembrando inteligencia con sus más de noventa años cumplidos, y de don Jorge Coderch Santonja, profesor de Física y Química, quien llegó un día a La Laguna para implantar lecciones en el Instituto que dirigía don Agustín Cabrera; algún tiempo después, don Jorge contrajo matrimonio con una de sus alumnas. Esto que cuento ahora ocurrió hace algo así como sesenta años. El tiempo, amigos, corre muy aprisa.

Me falta únicamente decir que envío un cordial abrazo a Wladimiro. Y no porque haya abandonado el Partido Comunista, sino porque lo considero un hombre siempre dispuesto a ayudar a los demás.